Prologo

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Heize sabía que aquella reunión terminaría mal, más que mal, que resultaría en una terrible disputa, como todas las organizadas por las familias Ferrer y Meller. No entendía porque motivo continuaban con ese afán de fingir que nada ocurría, cuando era claro que no podían soportarse. Observó a su hermano Jonathan, de pie junto a su primo Paul y su amigo James, quienes no dejaban de apuñalar con la mirada al mayor de los Meller, William, que se encontraba en compañía de su amigo Walker. La actitud hostil de ambos grupos no dejaba lugar a dudas de lo que estaba próximo a suceder.

Suspiró con cansancio y depositó la copa en la charola de uno de los meseros que pasaba cerca de ella. A pesar de las bonitas notas musicales ejecutadas por la orquesta, la gente había dejado de bailar y el ambiente estaba demasiado tenso. «Se avecina la tormenta», pensó convencida.

Paul fue el primero en enfilarse hacia los Meller.

―¿Tengo monos en la cara o qué? ―cuestionó desafiante. Maldijo mentalmente a su primo por su poco autocontrol.

William sonrió con malicia y arrojó la copa de vino sobre su fino traje. En cuestión de segundos, unos estaban sobre otros, habiendo cruzado las distancias. Los presentes retrocedieron alarmados y sin saber exactamente de donde salieron, descubrió que en la pista había más de 10 cuerpos moviéndose furiosamente.

―¡Por Dios! ¡Deténganlos! ―escuchó exclamar a su madre histérica, desde alguna parte.

De nuevo maldijo, golpeando el piso con la punta del tacón. Todo estaba arruinado, su esfuerzo por organizar algo decente se acababa de ir por la alcantarilla, por culpa de una panda de hombres de las cavernas. «Tanto trabajo para nada», caviló lista para intervenir y evitar que llegaran demasiado lejos. Se abrió paso usando codos y rodillas. Y cuando consiguió llegar al centro de la pista, lo vio entrar, Stefan, el segundo de los Meller. Sus ojos conectaron una fracción de segundo antes de que tomara a su primo Paul de saco y asestara un derechazo que lo hizo doblar la cabeza hacia tras.

Él se quejó, mirándola atónito; en tanto que su rival se quedó inmóvil ante su ataque.

―Suficiente ―gruñó lanzándoles una mirada asesina, antes de retomar la marcha. No eran los únicos que seguían tratando de romperse la cara.

―No, Heize ―gimió Briana en intento por detenerla, pero fue inútil. Heize se abrió camino, tirando del pelo a James, quien desistió de responder con un golpe al reconocerla. El tipo con el que peleaba se apartó sin que tuviera que decir una palabra y entonces ella dio con la siguiente pareja. Walker y Blas. Con dos puntapiés los separó, dejándolos lívidos en sus lugares.

No era rival para un hombre, pero evidentemente ver intervenir a una mujer era suficiente para que entraran en razón, sobre todo con la expresión furiosa que sabía mostraba su cara en ese momento.

Resopló apartando el mechón rebelde que caía sobre su frente y se dirigió hacia la única pareja que continuaba luchando; el resto de los participantes se había detenido al percatarse de su presencia.

Tiró del brazo de Jonathan y sin perder tiempo arremetió contra su oponente. Era todo o nada.

Stefan no esperaba el golpe. No era tan duro como el de un hombre, pero si lo suficiente fuerte para voltearle el rostro y dejarlo confundido unos segundos. Despacio giró el rostro, encontrándose con una mirada furiosa y decenas de rostros asombrados. Todos se habían quedado quietos y en silencio.

―Es suficiente ―demandó apretando sus delgados labios rojos. Contuvo las ganas de tomarla de los hombros y darle una buena zarandeada, exigiéndole una explicación. ¿Por qué a él?

¿Enemigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora