¿En algún momento olvidarían lo sucedió en esa maldita fiesta? Heize comenzaba a sentirse irritada, especialmente porque las primeras "invitaciones" a cenar de supuestos amigos habían llegado esa tarde, dudaba mantener la compostura si seguían con lo mismo. Desvió la mirada por la ventana del auto, hacia el edificio, sorprendiéndose al notar luz en su ventana. Ver las luces encendidas cualquier otra noche la habrían puesto alerta o entrar en pánico, pero esa noche, aceleraron su pulso por un motivo completamente distinto, que alteró también sus inestables hormonas. Recordándose a sí misma que no debía delatarse, tomó las cosas con calma y evitó entrar corriendo en el edificio. Como cualquier otro día, demoró en tomar sus cosas y descender, antes de activar la alarma del vehículo. Stefan la estaba volviendo completamente loca, adicta a él y sus caricias. Había notado su ausencia en la empresa un par de horas antes de salir y resistió la tentación de preguntar si todo iba bien, no es que siempre estuviera al pendiente de él, pero no era de los que se marchaban antes de tiempo. No imaginó encontrarlo en su piso, no era una obligación verla, a pesar de su efusivo despertar esa mañana y su cuestionamiento sobre demostraciones de afecto en la empresa.
Ensimismada, en conflicto por la reacción de su cuerpo y su evidente necesidad, recorrió el trayecto hasta la puerta de su departamento, donde se detuvo y dio un par de respiraciones profundas, antes de insertar la llave y empujar la puerta. El delicioso olor a comida y música ligera que la recibieron la tomó por sorpresa, pero no tanto como la exquisita imagen de Stefan frente a la parrilla, revisando el horno. No llevaba saco, tampoco corbata, algunos botones de la parte superior de su camisa estaban libres y la mirada que le dirigió terminó con su control.
―Hola ―saludó, arrojando sobre el sofá sus cosas, descalzándose en el trayecto, dándole tiempo a que él colocara el recipiente de comida sobre el mostrador y retirara de su mano la manopla que usaba para sostenerlo.
Con lo recelosa que era con su espacio y cosas, no se sintió molesta por verlo moverse como si de su cocina se tratara. Porque la imagen era totalmente inesperada y calentó algo dentro de ella. Despertaba su curiosidad, porque a pesar de ser tan competente en lo negocios, ignoraba sus dotes culinarias. Lo que terminaba de convertirlo, casi en el hombre perfecto.
―Hola ―contestó, saliendo a su encuentro. Sus manos inmediatamente dirigiéndose a sus caderas, su boca en busca de sus labios. Amó su gesto posesivo y la familiaridad con la que su cuerpo respondió a su toque―. Llegas justo a tiempo ―murmuró, después de darle un pequeño beso y apretarla entre sus brazos.
―Mmm ―ronroneó frotándose descaradamente contra él, dirigiéndole una clara señal. Debía cambiarse de ropa, pero no quería apartarse. Por otro lado, la cena podía parecer más que deliciosa, pero su cuerpo tenía otros planes, que no demoró en poner en evidencia―. Me encanta que me hayas sorprendido ―aseguró mordiendo el lóbulo de su oído―.
―Aja.
―Huele delicioso y muero de hambre. ―Las manos de él amasaron su trasero por encima de la falda.
―¿Pero?
―Pero te necesito... ahora.
Empujándolo sobre el banco más cerca, reclamó de nuevo su boca, tentando, incitando una respuesta apasionada, que obtuvo sin problemas. Las manos de Stefan sujetaron con firmeza sus glúteos, elevándola, hasta colocarla sobre sus muslos.
Verdaderamente, esperaba no ofenderlo, pero había tenido que esperar por más y ver su aspecto desalineado y el hambre en sus ojos, solo aumentó su excitación.
¿Cómo es que nadie notaba la forma en que se miraban, en que la tensión llenaba el lugar cuando estaban juntos?
―Lo siento ―murmuró sobre su boca, sin querer resistirse a tomar un bocado de él, antes de la cena―. Tú...
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¿Enemigos?
RomanceSus familias siempre han sido rivales en los negocios, con una larga lista de disputas entre sus miembros. No obstante, nada puede detener el deseo que nace entre ambos... ¿En que terminara todo?