¿Y hasta ahora se te ocurre decirme esto?

447 23 5
                                    

CAPÍTULO 26


 —La próxima vez que lo vea, no solo le voy a partir la cara, sino que le voy a arrancar las pelotas y haré que se las coma y luego las vomite. Mejor que ni respire en tu dirección porque lo moleré a golpes. A ese lame pollas hay que denunciarlo, no se puede quedar así como así.

Nacho estaba agresivo. Lanzaba puñetazos contra la pared y pateaba el colchón de su cama.

Desde que me trajo a su departamento no había dicho palabra alguna, sólo me quedé mirando el suelo, jugueteando con un hilo suelto de la colcha que había puesto sobre mis hombros para calentarme. Sentía la boca reseca y me ardían los ojos por seguir llorando; aun me temblaban las manos y no podía sujetar bien la taza de chocolate que Nacho había puesto entre mis dedos.

—Mica —él se arrodilló para estar a la altura de mis ojos, me tomó de los hombros y me acercó un poco a su cuerpo—. Dime qué pasó. Me estoy muriendo lentamente imaginando todo tipo de cosas; nena, habla conmigo.

Rehuí su mirada y me concentré en el líquido marrón de mi bebida. Acerqué la taza a mi boca y lentamente tomé un sorbo de chocolate para armarme de valor.

—No pasó nada —dije rotundamente. No sabía por qué pero no estaba de ánimos para hablar con Nacho de esto. No quería que supiera lo débil que actué, lo impotente y torpe que me sentí cuando, entre Mauro y el no Bruno, me sujetaron con habilidad.

—Necesito que me lo digas. Si tú no me lo dices soy capaz de buscar a ese idiota y terminar lo que empecé. Te juro que lo haré.

Esta vez dejé que mis ojos tuvieran contacto visual con los suyos. Llevé mi mano a su mejilla y acaricié su pómulo con mi dedo pulgar.

—No fue solo Mauro —logré decir a pesar del nudo en mi garganta.

Los músculos de Nacho se tensaron, uno por uno. Sus ojos adquirieron un brillo salvaje y mortal que nunca había visto en él.

— ¡Hijo de puta! —gritó poniéndose de pie. Se paseó de un lado a otro, y finalmente lanzó su puño contra el espejo empotrado en la pared de su habitación, provocando que cientos de quiebres y rutas se le dibujaran a éste.

Vi cómo sus nudillos se inflamaban en cuestión de segundos, me levanté deprisa para estar a su lado.

—Tranquilízate —dejé la taza de chocolate sobre la mesita a la par de la cama, y corrí para tomarle la mano antes de que se le ocurriera golpear otra cosa de nuevo—. Déjame explicarte todo. Ninguno de ellos llegó a... violarme, lo que sucedió fue distinto.

—Explícame ahora antes de que cometa un delito mayor —dijo con la mandíbula apretada.

Y así le conté todo. Desde ver a Bruno (cuyo nombre real era Dante) hasta la sorpresa de tener a Florencia entre los involucrados. Aun seguía temblando y las ganas de llorar eran demasiado fuertes.

Me sentía cansada y me dolía todo el cuerpo; aunque no quería recordar nada de lo sucedido hace unas pocas horas, la imagen mental de Bruno abriendo mis piernas no se iba a ir de mi cabeza en mucho tiempo.

—Sabía que ese imbécil no era de fiar —dijo Nacho cuando terminé de contarle. Cepilló su cabello negro con su mano y soltó un largo suspiro—. No sé si te lo dije antes pero nena, mataría por ti. Y justo ahora no es bueno recordar eso porque estoy a un segundo de salir corriendo y agarrar a esos tres hijos de puta e hincarlos en el suelo para que te pidan disculpas. ¿Una jodida broma? ¿En serio? Mi puño va a acabar en sus caras, a ver si eso les parece una broma.

Se jaló el cabello con una mano y luego me tomó de la cintura, pegando su frente con la mía.

—Cuando tu mamá me dijo que nunca habías llegado a esa cena, yo... —Nacho tragó saliva y cerró los ojos, me presionó más fuerte— pensé todo tipo de cosas. Tú me dijiste, me contaste sobre ese hijo de perra y yo no lo detuve a tiempo. Si tan solo te hubiera prestado más atención, nada de esto ocurriría. Me volví loco buscándote, y lo peor de todo es que no tenía mi moto cerca, tuve que subir el coche de Gonza por las aceras.

Aprendiendo a ODIAR al idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora