Jueves 13 de febrero - 9:00 am
Martín sigue a mi lado mientras las risas y las conversaciones se apoderan del sonido ambiente. Subo por la sala cuadrada junto las escaleras que llevan a la aula. El gran reloj indica que son las 9:00 am. Es justo en ese momento cuando recuerdo todas las veces que vi ese reloj, y es entonces cuándo pienso en que cada día es cómo una fotocopia del anterior. Repetir, repetir y repetir. Eso es lo que hace mi cabeza todo el tiempo. Es tan potente esa repetición que a veces me hace pensar que el pasado es el presente y que el presente es el futuro.
Algo interrumpió mis pensamientos:
- Lara
Era él.
- ¿Sí? - Contesté.
- He estado pensando en lo que hablamos el otro día en el recreo. - Respondió. Lo decía con una voz temerosa. - Creo que ninguno de los dos tiene razón ninguna. Yo no sé cómo piensas y tu no sabes cómo pienso.
Martín había llegado a la misma conclusión que yo. Me gustaba en gran parte cómo era Martín porque era me recordaba a mi. Una vez leí que nos gusta la gente que es parecida a nosotros ya que nos hace sentir más seguros. Y a pesar de tener mentes diferentes, pensábamos igual.
- Tienes razón - Respondí decidida mientras cada uno sacaba los pesados libros de su mochila.
De repente un silencio se impartió en toda la aula. Una mujer más bien alta, delgada y con el cabello rojizo cómo la puesta de sol entraba por la puerta albina que provenía de las escaleras. Era la señorita Martínez, la profesora de Inglés.
En cuestión de segundos los alumnos se colocaban rápidamente en sus sitios mientras Martínez caminaba recorriendo la aula hasta llegar a su pupitre. Siempre me había gustado esa profesora. A diferencia de otras profesoras había mostrado motivación en enseñar. Me gustaba su manera de explicarnos lo importante que eran las lenguas. Que sin las lenguas no podríamos expresar lo que sentimos o lo que dejamos de sentir. Y que es un lujo que nos podamos comunicar con el mundo gracias a las nuevas tecnologías.
Recuerdo el primer recuerdo que tengo de ella. Años atrás, 18 de setiembre a las 12 de la mañana y 23 minutos, un día nublado. En ese momento yo estaba llorando. Llorando por la reciente muerte de mi madre. No paraba de repetir la escena de su parada cardíaca una y otra vez en mi cabeza. Era cómo una cinta de película. La veía y la volvía a ver cómo un si me huviera estropeado. Notaba cómo las frías lágrimas resbalaban por mi mejilla y cómo caían al suelo. Recuerdo a la perfección el agradable olor de compañía que desprendía Martín a mi lado. Él probaba de calmarme, pero yo no le escuchaba, simplemente oía su voz mientras que mi cabeza repetía un recuerdo una y otra vez sin parar. Alguien puso su cálida mano en mi espalda. Instintivamente abrí mis ojos y fue entonces cuando la vi. Ojos verdes cómo los prados en primavera, labios delgados y rojizos cómo una rosa acabada de florecer. Piel blanca ligeramente morena y su cabello pelirrojo ondulado.
Me calmé. Ella consiguió calmarme...
Jueves 13 de febrero - 11:00 am
Bajé conversando con Martín sobre temas variados. Me sentía cómoda hablando con él. Me hacía pensar en nuestra conversación y arrinconar los malos pensamientos que mi cabeza iba recordando.
Siempre nos sentábamos en el mismo banco. Para la gente era un simple banco, pero para mí era mucho más que eso. Era el lugar dónde habíamos hablado de temas más y menos importantes, pero todos cambiaron nuestra vida. Algunos a diminutamente y otros a grande escala.
Hoy era un día soleado. Los chicos jugaban a fútbol y discutían por si era falta o no, que si la pelota había salido del campo, que si esto, que si aquello. Me pasé observando detenidamente durante el resto del recreo.
Jueves 13 de febrero - 7:54 pm
La oscuridad se apoderaba de las calles. El sol iba bajando hasta desaparecer. Las calles se empezaban a vaciar. Una voz más bien robusta me dijo:
- ¿Cariño puedes ir a tirar la basura? - Era papá.
- Voy - Contesté.
Cuando baje, era la única alma en la oscura calle. Siempre le he temido a la oscuridad. Esa sensación de no ver claramente lo que tienes delante me produce escalofríos.
La oscuridad es cómo el futuro. No lo ves con claridad, no puedes verlo con claridad. Cómo más te alejas de la luz actual, más oscuro lo ves.
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Bajo presión [EN EDICIÓN]
Teen FictionLara es una estudiante de 16 años, lista, atractiva y muy amable. Aunque a pesar de todo eso, no es feliz. Sufre un síndrome llamado hipertimesia, más conocido cómo memoria autobiográfica superior. Solo 8 personas en el mundo padecen este síndrome. ...