Parte V

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Deseó ardientemente huir; volar hacia otro lugar del valle. ¡Buscar algo mejor!  

De repente, divisó a otro grupo de águilas. Y las estuvo observando por largo tiempo; estaban manejadas por un águila de enorme tamaño, que usaba su fuerza y su poder para centralizar las decisiones y cometer arbitrariedades e injusticias. Al principio, las águilas se mostraban prudentes y sensibles, y censuraban las decisiones del Águila Poderosa. Al ser rechazadas, intervenían de nuevo con cautela; y así, hasta que fueron adiestradas para actuar cobardemente, con pesimismo, a bloquearse unas a otras. 

Después, únicamente trataban de quedar bien con el águila poderosa, dejando correr las cosas y actuando en forma disimulada. El ambiente poco apoco se volvió hostil y agresivo. Para entonces las águilas se habían convertido en incapaces, inútiles, insatisfechas y cobardes, ya no hablaban. Sólo obedecían y aceptaban órdenes como mansos corderos. Observaban temerosas cómo humillaban y despreciaban a sus compañeras, sin miramientos, con injusticia. Actuaban angustiadas, como si hubieran perdido el amor a la vida, al trabajo y... así mismas.  

Al acercarse, buscando comprenderlas, escuchó a un águila que exclamaba: 

-¿Por qué a mí? Yo tengo familia. He actuado siempre con lealtad; no tienen por qué despedirme. Nunca me ha importado lo difícil del trabajo, ni el exceso de horas trabajadas. Muchas veces he sacrificado mis deseos y el bienestar de mi familia por las necesidades del trabajo. No creo que sea justo. ¿Por qué debo aceptar ser la culpable?

  El águila, al escucharla, se sorprendió, y le preguntó con curiosidad:

-¿Qué te dijo el águila poderosa?

-Aún escucho sus palabras y su tono -contestó el águila despedida -. Me dijo: ¿Por qué te alteras? Alguien tiene que ser la culpable; no puedo ser yo, por la importancia de mi labor. Confórmate: hay otras que serán despedidas sin compasión; tú, al menos, has logrado que te hable con franqueza; recuerda que tu lealtad te ayudará; algún día serás recompensada. Así tenía que ser.  

Y ¿qué pasó con tus compañeras? -preguntó el águila. 

-Mis compañeras han perdido la noción del tiempo y del espacio, de los valores fundamentales; se han convertido en conformistas, hipócritas y serviles. El águila meditó sobre esta realidad, y se preguntó: ¿Cómo es posible que el abuso del poder de algunas águilas convierta a las demás en temerosos y mansos corderos? 

Una vez más, voló por encima de ellas con el fin de observarlas mejor. Se dio cuenta de que actuaban realmente como águilas robotizadas: águilas con rostros pálidos, disgustadas de la vida, manipuladas, como si hubieran perdido su espontaneidad y su valor, y como si no reflexionaran. ¡Siempre en actitud de espera! Advirtió que dependían de las orientaciones de la publicidad, de la información ligera, de los rumores, las frivolidades y las "ofertas", y que gozaban de ello. Que solicitaban todo lo sencillo para poder entenderlo sin pensar. Con desconsuelo y amargura se preguntó:


¿Será éste el destino de las águilas?  


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