Parte III

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Al reafirmar su búsqueda, el águila experimentó un nuevo sentimiento: el poder actuar por sí misma. Siguió volando por mucho tiempo. Mientras reflexionaba sobre sus inquietudes, conductas y objetivos, observaba con dulzura y curiosidad la naturaleza, los seres y los bienes de la vida. 

En un atardecer sombrío, su vuelo la llevó al pie de la montaña, a un lugar donde habitaban muchas águilas. A la primera en encontrar, le preguntó:

-¿Cuál es el destino de las águilas?

Como si estuviera muerta en vida, el águila le contestó:

-Comer, beber, procrear, divertirse, trabajar lo menos posible y terminar nuestros días en un asilo y, después en una fosa común. 

Luego añadió:

-Las águilas somos criaturas mediocres y mal hechas: hemos nacido con mala estrella. Nunca existen oportunidades para nosotras. Ganamos apenas para subsistir. No tenemos cabeza para prepararnos ni para ser felices. Nada nos satisface ni nos da una razón para vivir. Nunca estamos conformes con nosotras. Me junté con el águila gris: tenemos diez crías. Y siempre se han quejado de mí. Te invito a tomar con los amigos y hacer cosas que no nos cansen: a matar un poco el tiempo. Recuerda los consejos sinceros de un amigo: no te comprometas: no te arriesgues: no te esfuerces tanto. No vale la pena.

El águila se retiró triste, y se preguntó:


¿Será éste el destino de las águilas?

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