35 (FINAL)

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Tyler miraba nervioso hacia la puerta del gimnasio, aún seguían entrando estudiantes retrasados pero ninguna chica rubia se aparecía.
Comenzaron a tocar los tambores, significaba que todos debían tomar asiento, la ceremonia estaba por comenzar.
En el último golpe del tambor se abrió la pesada puerta de metal haciendo un horrible ruido. Frente a él se encontraba Marissa. Parecía un ángel bajando del cielo. Llevaba su normalmente liso cabello rubio en recogidas trenzas. Todo el mundo se volteó a mirarla con mala cara por la interrupción, Tyler parecía ser el único que notaba la elegancia de Marissa. Su boca se le secó en un suspiro, el tiempo parecía haberse detenido, lo único que existía era la mirada de los dos chico, unos potentes ojos cafés sobre unos sumisos ojos verdes.
La ceremonia ocurrió lenta y Tyler se dedicó solo a ver la espalda de Marissa.
Cuando finalmente todo acabó, Tyler intentó encontrar a la chica de cabellos rubios pero había desaparecido. Corrió y corrió hasta que finalmente cayó de rodillas sobre el pasto mojado. La había perdido de nuevo.

—Me arrepiento, Marissa. Me arrepiento de no haberme arriesgado contigo. Me arrepiento de haberte dejado ir una vez más. Lamento no habernos dado la oportunidad de poder llegar a ser algo. Éramos solo una buena idea.

Exclamó todo eso con el último aliento que le quedaba, había perdido a las únicas dos chicas más importantes de su vida.
Unos suaves pasos sobre el césped lo distrajeron de sus recientes aclaraciones. Se volteó temeroso de que alguien hubiera escuchado algo tan íntimo como eso. Frente a él se encontraba Marissa. Realmente era el ángel que lo salvaba de hundirse entre todos sus demonios. Era la razón por la que podía seguir viviendo sin hundirse en la desesperación. Era ella, su chica.

— ¿Y te costaba decirme eso? ¿Te costaba tanto pedirme que me quedar?

Tyler la miró con lágrimas en los ojos.

—Eso pensé, hasta que me di cuenta que me costaba más dejarte ir.

La chica se lanzó a sus brazos y lo besó con pasión.

—Pídemelo.

Tyler la miró con ojos sinceros y necesitados de amor.

—Marissa, quédate a mi lado.

—Lo haré.

Ese era probablemente el inicio de algo eterno o podrían ser dos personas listas para arder en llamas.

El muchacho de los ojos tristes (LMDLOG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora