Epílogo

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—Tyler debes ir a acompañar a tu hermana al ginecólogo.

—Mamá, tiene 16 años, creo que ya está lo suficientemente grande para ir sola.

Mi madre me miró con esos ojos que no permitían objeción alguna. Si, a mis 20 años seguía siendo todo un niño intimidado por su madre.

—Vale.

Llegamos y la enfermera me sonrió coqueta, tenía un cabello rubio que me llenó de nostalgia. ¿Que será de Marissa? ¿Por qué fui tan estúpido de dejarla ir una vez más? ¿Fue mi temor al compromiso? No, estaba dispuesto a dar mi vida por ella. Fue el temor de no ser lo suficientemente bueno para ella. Definitivamente fue por idiota. Todos los días deseaba retroceder el tiempo a dos meses atrás y patearme el trasero por tonto. Decirle que solo era una mala broma y que me quería comprometer con ella.

Bajamos al recibidor del edificio y una melena rubia me quitó el aliento. Marissa estaba de espalda. Vestía una camisa verde y una falda negra. Cuando se giró sentí que mi corazón se detuvo. No fueron sus delineados ojos cafés o sus marcados labios rojos. Fue algo más impactante, la camisa se ceñía en el estómago, estaba embarazada. Era inconfundiblemente un embarazo. Intenté calcular el tiempo pero fue inútil, mi mente estaba en shock. Mis pies, en cambio, corrían hacia Marissa que me miraba con una expresión de sorpresa en el rostro. No me detuve ante su intento de saludo. No me detuve hasta que nuestros labios se unieron siendo solo uno.
Fueron los mejores dos minutos de mi vida.
No la dejé explicarse, no la dejé rechazarme. No la dejé pensar.

—Lo lamento, de verdad que lo hago. Eran mis estúpidas inseguridades intentando traer de vuelta el pasado. Sé que no merezco otra oportunidad, sé que me debes odiar pero por favor te pido que me perdones y me des una última oportunidad.

Las lágrimas borraban el maquillaje de Marissa y con los ojos rojos me miró.

—Me siento estúpida. Me siento como la chica idiota de la novela que acepta una y otra vez al chico que la hace sufrir. Debería decirte que no, todo en mi me dice que esta es otra mala idea, que no sea impulsiva pero algo en ti me impide rechazarte.

Antes de que volviera a hablar, la callé con un beso.

Dos años después

—¡Kenna! ¡Suelta a tu hermana! ¡Tyler, dile a tu hija que no mate a Bianca!

El chico tomó a sus hijas y las separó con cuidado.

—Kenna, no tienes que abrazar con tanto amor a tu hermana y Bianca... ¡¿Marissa, qué se supone que le debo decir como enseñanza a un bebé de dos meses?!

Marissa lo fulminó con la mirada.

—Creo que eso es muy duro para un bebé. Te dejaré libre por hoy jovencita.

Los ojos grises del bebé lo miraron con cariño y sintió cómo su corazón se llenaba de ternura. Memorias de un pasado amado que recordaba cada vez que necesitaba fuerza, como una vieja amiga dispuesta a ayudar. Como unos ojos grises que lograron hacer feliz al chico de los ojos tristes.

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Fin

IORO....

El muchacho de los ojos tristes (LMDLOG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora