Capítulo 2: La Brigada Carmesí

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Ya han pasado varios años desde el saqueo de almas que sucedió en la ciudad de Artemis, para ser exactos, ocurrió hace diez años, y la gente aún no se olvida de Narciso "El héroe" como muchos lo han apodado.

Otros le dieron el título del "Caballero Asesino", otros por su lado, lo conocen como "El Demonio Rojo" porque cuando lo encontraron estaba bañado de sangre, y otros pocos, lo conocían como "Narcesino" nombre que proviene de su nombre Narciso, y de la palabra "asesino".

Todos éstos títulos y nombres eran un halago para el gobernador, quien tenía en su custodia al aún joven héroe como su hijo predilecto para cualquier mandato del gobierno, pero para Narciso todos éstos nombres no significaban nada en absoluto, no le hacían ni pizca de gracia, y menos aún el título de "héroe", porque no salvó a nadie.

Así el pobre chico tuvo que soportar todo estos años que lo llamaran de mil maneras y sin merecerlo, pero no replicaba cuando lo llamaban "asesino", más bien le daba una especie de remordimiento.

En fin, las cosas siguen así, y después de mucho tiempo, Narciso vuelve a visitar la zona rural de la ciudad por un encargo de su actual padre, el gobernador. Volvió a pisar aquellas tierras áridas del pueblo que tantos recuerdos le traían de su infancia, y vio a personas caminando y trayendo el sustento a sus casas.

El joven ahora estaba muy cambiado, era alto, de cabello negro y caído, su mirada como siempre, un poco perdida, y su piel pálida debido a que casi no sale al sol. Su flaqueza denotaba falta de entrenamiento físico, y siempre llevaba consigo una libreta donde escribir cualquier cosa.

De ese modo regresó después de tanto tiempo, pero no precisamente de visita.

Narciso llega a una casa, toca la puerta, y le abre una mujer miembro del clan que lo reconoce de inmediato.

—¡Narciso! ¡Tanto tiempo sin verte!— Le dice la señora con emoción y al mismo tiempo secándose unas lágrimas que tenía en el rostro

El joven sólo la abraza, y le enseña lo que tiene escrito en la libreta, la mujer le asiente con la cabeza mientras se regresa y le dice a los demás que ya llegó lo que estaban esperando.

Era un aura sumamente triste, las personas en esa casa iban vestidas de negro, y había muchos de ellos llorando y otros con caras de sufrimiento, y más pronto que tarde apareció el motivo de tanta tristeza.

Narciso llama a varios hombres que venían con él y una carreta con caballos, y entonces procedieron a sacar un ataúd de la casa de la doliente, entre dos pudieron cargarlo perfectamente, lo colocaron en la carreta, y mientras otras personas se montaban en sus animales de carga, otras se iban a pie siguiendo el carro fúnebre.

Se trataba del funeral de alguien muy querido en el pueblo, era el día de la sepultura del maestro Frain, el sabio más viejo de la ciudad y del clan de los iluminados.

Narciso no podía creerlo, y empezó a aguantarse las ganas de llorar, cuando siente en su hombro una mano reconfortante que muy a su modo, lo consolaba en un instante. Miró atrás y se trataba de Glenn, su viejo amigo de la infancia.

Ambos se abrazan prolongadamente, por esa entera tristeza que parece no tendrá fin por los próximos días, y entonces Glenn le dice que hay que seguir la carreta.

Mientras caminan, ambos se cuentan muchas cosas...

—Todos estos años, y ni una sola carta recibimos de tu parte, amigo— Le dice Glenn a Narciso

—Claro que no, no las iban a leer, me separé del clan, ¿recuerdas?— Responde Narciso aun con la cabeza abajo

—Eso no es motivo para que no te habláramos, el clan rechaza a quienes traicionaron la ley o hicieron algo indebido, pero tú sólo dejaste de estar con nosotros—

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