Capítulo 3: Los tres espadachines

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Cuando Glenn va corriendo hasta el palacio del gobernador se le vienen a la mente unas cuantas cosas, una de ellas es la inevitable falta de respeto que está cometiendo al presentarse en el palacio sin una autorización previa, y por supuesto, que quizás no lo dejen ver a Narciso, que era lo que más temía.

La plaza queda algo lejos, y el joven tardó en llegar, y nota que por todas las calles hay personas que están marchando en contra del clan de los iluminados, y cuando la gente ve que él es un miembro, rápidamente comienzan a abuchearlo y a decirle que se largue de la ciudad.

Empiezan a arrojarle huevos podridos, tomates, piedras, y hasta otras cosas que desperdicia la gente sucia de la región, pero esto a Glenn no le importa y sigue corriendo sin golpear a nadie a pesar de que algunos quisieron tumbarlo de un puñetazo y tirándolo de la ropa.

Cuando por fin llega, se topó con lo que esperaba, unos guardias protegiendo la entrada, y el conflicto se hizo inminente.

—¡Déjenme entrar!— Dijo Glenn mientras recuperaba el aliento

—Lo siento, pero no podemos dejar pasar a nadie sin haber hecho una cita— Le responde un guardia

—Escuchen... yo entiendo que no deben, pero... ¿podrían llamar a Narciso?—

—Lo siento, pero no podemos hacer nada por usted—

—Por favor, déjenme hablar con él, sólo les pido un minuto y me iré para siempre de éste lugar— Suplica arrodillado

En ese momento, el gobernador acababa de bajar las escaleras y se dirigía a la plaza principal junto con varios miembros del consejo jurisdiccional.

Glenn se levanta y corre a su encuentro mientras los dos guardias lo persiguen, pero no pueden detenerlo, el muchacho desesperadamente le habla al gobernador mientras éste lo mira con algo de desprecio.

—Señor... ¡señor gobernador! Por favor, vine a ver a Narciso, permítame verlo sólo por un minuto— Le dice mientras nuevamente trata de recuperar el aliento

—Lo siento hijo, pero Narciso es libre, ya no está más aquí— Le contesta frívolamente

—No puede... ¿Qué? ¿Cómo que no está?—

—Lo que escuchaste niño, no está, se fue para siempre, y me dejó una brillante fortuna que la estoy usando precisamente para sacar traseros iluminados de ésta ciudad, así que será mejor que te largues de inmediato—

Glenn está sumamente cansado y confuso, y en ese momento los guardias lo sujetan de los brazos para llevárselo, pero ocurre algo sorprendente.

El chico estira sus brazos y de ellos explota una ráfaga de aire poderosa que obliga a los guardias a soltarlo y éstos caen por los costados. Luego Glenn es impulsado por la ráfaga de aire y vuela unos cuántos metros hacia atrás liberándose de ellos.

—Ustedes... ¡Son monstruos!— Dijo el gobernador con un rostro más furioso

—No, usted lo es, por obligarnos a salir de la ciudad— Responde Glenn desafiantemente

—En lo que a mí respecta, ustedes no deberían existir, sólo traen deshonra a las personas con sus trucos—

—No son trucos, son habilidades ocultas en las personas, y las usamos para hacer el bien, no para luchar, y usted conoce bien nuestros propósitos—

—No me importan sus propósitos, nunca podrán cambiar nada, ahora será mejor que te largues de aquí o te mandaré a fusilar—

Glenn escapa de ese sitio tan pronto como el gobernador acabó de hablar.

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