Domingo, 10 de febrero de 2008:

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Domingo, 10 de febrero de 2008:

  Este fin de semana no está siendo tan especial como lo fue el anterior. Ahora empiezo a pensar que de verdad fue un espejismo y me iluminó la novedad. 

Ayer me pasé casi todo el día solo. No supe nada de Ricardo hasta por la noche y de Carlos hasta por la tarde. 

Llamé a este último después de comer. 

—Hola Julio —dijo. 

—Hola. ¿Cómo estás? 

—Siento mucho que hayas tenido que aguantar lo de antes.

—Tú no tienes la culpa. ¿Te he buscado algún problema por eso? 

—No —contestó—. El problema se lo ha buscado él, porque no tenía que haberte tratado así.

 —¿Habéis discutido por mi culpa? No te estará oyendo... 

—Está dormido y no hay quien le despierte. Hemos discutido, pero no por tu culpa, sino por la suya. No sé qué le pasa. ¿Ves como está? Tú le conoces. Él antes no era así. 

—¿Tú cómo estás? 

—No lo sé. 

—Si necesitas algo, sabes que puedes contar conmigo. 

—Gracias Julio.

 —¿Habéis quedado en algo? —dije—. ¿Lo habéis arreglado? 

—Me temo que no hay nada que arreglar. Le he dicho que si quiere que lo dejemos, y me ha contestado que no, pero no lo entiendo. Si quiere estar conmigo, ¿por qué se comporta así, como sino me quisiera? 

—Yo creo que el problema que tiene lo debería hablar con un profesional. 

—Eso mismo le he dicho yo, pero dice que no le pasa nada, que está un poco agobiado y se le pasará, pero yo no tengo la culpa y tengo que aguantar que lleve casi quince días sin darme ni un beso en la cara, ¿entiendes? 

—¿Por qué no sales un poco para despejarte y vamos a dar una vuelta? —dije. 

—No quiero estropearte el fin de semana con mis problemas. Además, querrás estar con Ricardo. 

—Ya estuve con él anoche. 

—¿Lo habéis hecho ya? 

—Mira, ya tienes una excusa para venir conmigo un rato, así te lo cuento todo. 

Por su respiración, noté que sonreía. 

—Está bien. De todas formas no creo que Ángel se despierte en un par de horas.

 —Y si se despierta, que pague su fracaso con la pared, así no te echa más mierda encima. 

Quedamos en vernos en una cafetería cerca de donde yo estaba y no tardó en venir. No tenía mala cara, aunque se notaba que intentaba disimular. 

Se estuvo desahogando conmigo. Él sigue pensando que el problema es pasajero, que a Ángel se le pasará y todo volverá a la normalidad, pero creo que esto no es justo para él y no tiene ninguna necesidad de pasar por todo eso. Además, o Ángel se disculpa conmigo, o para mí se acabó y no pienso volver a dirigirle la palabra. Que Carlos aguante lo que quiera, pero yo no tengo que aguantarle nada. 

Para que se despejara un poco nos fuimos a caminar por el centro. Es impresionante la cantidad de sitios que hay aquí para poder exponer fotografía. Muchas cafeterías usan sus paredes para ello, y podría ser una buena oportunidad para empezar a abrirme hueco como fotógrafo en esta ciudad. 

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2017 ⏰

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El chico del gorro rojo - Javier HerceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora