El Hámster que seca Lágrimas

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Tenía 16 años, recién entraba a la categoría senior del patinaje artístico. Logre entrenar duro, me había mentalizado para ganar un lugar en el podio y, aun así, fracase estrepitosamente antes de llegar a la final tan siquiera.

Enojado conmigo mismo, más que con mi entrenadora, tomé mi morral y me dirigí a los baños para refrescarme el rostro. Tenía el orgullo por los suelos y los ánimos se tomaban vacaciones, dejándome con la molesta culpa. Quería tirarme de los pelos y estampar mi puño en el espejo que reflejaba mi contrariado rostro. 

Y ahora qué le digo a mamá... pensé asustado.

Y las lágrimas no se hicieron de esperar. Empezaron a salir de forma silenciosa, pero conforme pasaban los segundos, la desesperación y la rabia subieron la intensidad.

Le había fallado a su madre, quien en vida fue su razón para adentrarse a ese mundo, y tras su muerte lo dejó solo con sus sueño. Obviamente no fue culpa de la mujer, él culpaba a su padre por ello. 

Tu padre nos dejó por una mujer rica y guapa, cosas de las que yo carezco. Fue lo que su madre le dijo antes de exhalar su último aliento.

Su huérfana madre logró sacarlo adelante y él le había prometido llegar hasta lo más alto por ella. ¡Mierda! Se detestaba tanto ¿como no pudo hacerlo mejor?

Tan metido en su cabeza estaba, que no se percató del otro muchacho hasta que este le toco el hombro. Asustado de ser encontrado en ese estado, Seung salto a la defensiva.

—¡¿Que quieres?! —rugió intentando no mirar al otro.

—Eh, calma. Vine en son de paz ¿te encuentras bien? —la dulzura de esa voz, conmovió el interior de Seung en cuestión de segundos. Nadie le hablaba así desde que su madre falleció, así que con una gran curiosidad levantó su rostro.

Lo primero que notó fueron unos cálidos y amorosos ojos negros, que brillaban curiosos. Luego noto la piel morena y los cabellos castaño oscuro, los labios rojos y las mejillas algo sonrojadas. Por último se percató del colgante de hámster que llevaba sobre la campera de Tailandia.

¿Así que es el chico tailandés de misma edad?

—Estoy bien, solo pensaba en algo.

—¿Sabes? —el chico se le acerca confidente, sacando su celular— Cuando me siento deprimido, una selfie siempre me anima—. Y, colocándose al lado del coreano, sonríe a la cámara.

Seung no es fotogénico, pero no puede evitar sonreír con la ocurrencia del otro y, grande es su sorpresa, cuando esta se ve plasmada en la imagen.

—¡Woooow! Que bonita sonrisa, deberías sonreír siempre. —el halago del moreno hace sonrojar al más alto.

—Gracias. —le contesta en un susurro apenado.

—De nada, no deberias sentirte mal. Al igual que yo, llegaste muy lejos y nada puede quitar tu paso por aquí. El que no llegarás hoy a la final solo es un incentivo más para dar lo máximo el próximo año. —le seca el rostro con su manga, con una bella sonrisa—. Así que no te rindas ¿vale?

Y el corazón de Seung late fuerte, jamás a latido tan enfebrecido. Sus esperanzas y sueños renacen, alegando el miedo y la incertidumbre. Rie, rie agradecido y encantado por encontrar de nuevo su camino, y todo por las palabras de un hámster al que le gusta tomarse selfies.

¿Y quien sabe? Tal vez algun dia, pueda llegar al podio sin estar solo.


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Mi Hámster, mi Selfie-Man (SeungChuchu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora