Capítulo 1

30 2 0
                                    

Abro mis ojos y veo el resplandor del sol a través de la ventana. Apenas comienza a iluminar el cielo, opaco por las nubes grisientas que están presentes muy a menudo. Refriego mis ojos quitándome lo poco que tengo de sueño. Siento la piel de mis manos frías y ásperas, y un pequeño ardor llega al reverso de mi palma; un raspón que me ha dejado la piel roja. Me he vuelto a caer de la cama.

Me levanto y me siento en la orilla de la cama. Una cama vieja de madera que cruje cada vez que me apoyo en ella. El colchón ya está bofo y dentro de poco tendré que reemplazarlo, pero para eso tengo que ver la manera de conseguir dinero o de encontrar algo con lo que pueda hacer un trueque. Luego de colocarme los zapatos camino fuera de la habitación tratando de no ser hacer ruido con cada paso para no despertar a mis padres y a mi hermana Judith. Los escalones comienzan a chirriar con cada paso que doy. Tengo que aprovechar a tomar un baño a esta hora, ya que es cuando más fresca está el agua. Tomo la respectiva ducha de todas las mañanas invernales y luego salgo hacia nuestro centro educativo. El sol comienza a pegar con más intensidad pero el viento aminora la sensación de calor que emerge del árido suelo, seco como la lengua de un loro. Ahí nos enseñan "historia", de como era antes el mundo; no es muy distinto pero parece que había mucha más gente. Al llegar al edificio entro por un gran portón y luego de pasar unos cuantos pasillos con aulas a los costados subo unos escalones y de nuevo mí recorrido por los pasillos iluminados escasamente por el sol me llevan a mi aula.

El señor Hoover, nuestro maestro de ciencias nos ha contado parte de su vida de cuando era joven y una de las historias era que durante la guerra se lanzaron misiles entre varias naciones, con un gran pulso electromagnético capaz de inutilizar cualquier aparato eléctrico en todo el país. También nos contó del tiempo en que su ciudad fue atacada por el virus Invictus y todas las personas que conocía tuvieron una muerte horrible. Algunos se infectaron y murieron y otras personas murieron en manos de los infectados. Lógicamente al señor Hoover le costó superar las pesadillas que le sobrevinieron a esa tragedia.

Ya es pasado de mediodía y siento que ha sido una eternidad la que pasado en esta habitación junto a mis demás compañeros de clase y mientras espero unos minutos para que sea la hora de salida observo distraídamente un dibujo hecho por nuestra maestra de artes. Ahí se muestra desde el cielo las tres ciudades unidas en una especie de collage como para recordarnos que debemos evolucionar todos juntos como un gran equipo.

Las tres ciudades acordaron nunca entrar en conflicto. Su deber es fomentar el desarrollo y la cultura. Solo así podemos empezar de nuevo, dejando atrás los motivos que indujeron al fin de la civilización anterior, como el hambre de poder y la lujuria.

De las tres ciudades, nuestra ciudad ha resaltado porque tiene menor población y porque hemos ganado los campeonatos en diferentes deportes durante cuatro años seguidos, así que es algo de lo que me considero orgulloso. La ciudad de Cráter se caracteriza por la agricultura y porque en esa ciudad crecen los bosques artificiales más grandes de entre las tres ciudades y la ciudad de Adhara es la última y la más grande, la que más al Norte está. Ellos tienen el más grande e impresionante centro de investigaciones y control de enfermedades, algunas de las medicinas de la mejor calidad se fabrican ahí. Además, el ambiente de esa ciudad se caracteriza por ser más frio y con más viento.

-¿Has aprendido algo de la clase de hoy? – me dice Rod Hyaman, un amigo del salón de clases al que fui asignado, cuya voz me saca de la vagancia dentro de mi mente.

-Sinceramente hoy solo hablaron puras bobadas- digo, mientras ambos empezamos a caminar hacia los pasillos ahora concurridos. –Además, se está haciendo más frecuente eso de que los catedráticos no llegan a darnos clases o son impuntuales con su horario.

-Sí. Todos en la clase piensan eso. Estas últimas semanas pareciera que hemos ido por gusto a las clases cuando pudimos habernos quedado practicando tiro al blanco

-Siempre pienso como era antes. La ciudad y el resto del mundo, pero simplemente no puedo imaginármelo con todo lo que dicen que había. Es demasiado perfecto. Creo que todos en esa época eran unos holgazanes mantenidos

Rod suelta una pequeña risa al mismo tiempo que empezamos a bajar las gradas y nos dirigimos al pasillo del primer nivel. –No creo poder haber vivido en un lugar así. Me hubiera vuelto loco

-¿Por la cantidad de gente?

-No solo eso. Estoy acostumbrado a apagar las luces temprano para dormir y según dicen, la gente mantenía las luces encendidas toda la noche en aquel tiempo. Ja... ¡Me hubiera sido imposible dormir hombre!

-Y como siempre, prefieres dormir más que nada en el mundo. –Suelto una pequeña carcajada –Yo no sé qué haría rodeado de miles de personas. Todos esclavos mentales de la tecnología. ¿Sabes? Soy feliz así como estamos ahora. El silencio de la noche y la oscuridad.

-Sí, pero en el fondo me gustaría saber cómo era

-Lo sé. Yo también quisiera saberlo.- digo haciendo una mueca y en el fondo sé que la curiosidad por saberlo me come por dentro. –Ahora solo nos queda imaginarnos como era todo antes, al menos nos han quedado muchas cosas o las han ido reconstruyendo, de todos modos no es igual.

Tras salir del centro educativo empezamos nuestra caminata por una de las calles de la ciudad. Es una calle amplia que guarda estética y adornada por uno que otro poste de luz en cada esquina, con poca gente circulando y varios negocios abiertos.

Seguimos hablando de temas diversos hasta que la caminata por las calles termina para él cuando pasamos frente a su casa, a unas 5 calles del centro educativo. –Es una suerte que no vives tan lejos- le digo a Rod antes de despedirnos y entonces me toca regresar a mi hogar. El viento susurra cada vez que se filtran entre los pocos árboles de las calles y el sol ha cambiado de posición. Camino por la calle de concreto que desde hace algún tiempo ha sido agrietada e invadida por una minúscula maleza. A los lados todavía hay algunos negocios abiertos como la tienda del señor Seidel. A unos diez metros delante de mí se encuentran otros amigos platicando en una esquina.

Brutus y Sara, quienes eran aficionados de las armas en sus tiempos libres se voltean al mismo tiempo y soy recibido con el impacto de una diminuta bola plástica que Sara me lanza con una pequeña banda de hule.

-Ouch. Ve a cazar ratas mejor- le digo a ella mientras me acerco para saludar a Brutus y seguidamente a ella.

-¿Listo para ir a practicar tiro al blanco?- pregunta Brutus embozando su inocente sonrisa característica de él a la vez que cargaba su rifle sobre un lado del hombro y el de Sara en el otro.

-¡Si, vamos! –me dice Sara mientras guarda su banda de hule. Le dejo ir una mirada entrecerrando los ojos –La última vez solo hiciste un par de tiros, un poco de practica no caería mal- añade.

-Está bien, pero vamos al domo, no quiero que nos vean con esas cosas por acá - les respondo sin tanta ganas de ir. Acepto en ir con ellos y pasamos el tiempo en el domo hasta que el viento sopla con más delicadeza, como si fuera una caricia fresca e invisible que nos envuelve durante las prácticas de tiro. El sol comienza a ocultarse y la sombra parece decaer hacia los lados y el cielo se vuelve en una tonalidad entre celeste con destellos naranjas pero opacado por la posición en que el sol está. El domo en el que estamos empieza a escurecerse.

Luego de varias horas de conversar y dispararle a las latas decido que es tiempo de volver, sinceramente comienzo a aburrirme y lo mejor sería regresar a casa.

Al salir del domo el viento se siente más frio y me revuelve ligeramente el cabello. La luz es más escasa y ya queda poca gente por las calles. Algunos han encendido las lámparas provocando una luz cálida y suave que ilumina el interior de la casa. Camino sin prisa, como si fuera contando mis pasos, y veo de vez en cuando las ruinas.

A lo lejos lo que una vez fueron hogares y edificios ahora solo son estructuras vacías y tenebrosas combinan con el cielo triste y opaco. Llego a mi casa y luego de cenar me voy directo a la cama. Fue un día agotador. Entonces recuerdo que hay que cambiar el colchón –Ahh...Rayos...mañana iré al centro mercantil temprano- lo que más quiero en este momento es dormir.

  ---- SI LES GUSTA LA HISTORIA LES AGRADEZCO LOS SUBS Y LOS LIKES  

Dones De MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora