-¿Apolo? - pensé mientras veía la escena en completo silencio. Era evidente que, a pesar de la serenidad del chico, se sentía un aire tenso, por lo que cualquier sonido podría alterar el ambiente y hacer que alguien hiciese un primer movimiento. Mientras esto ocurría yo intentaba recordar aquello que sabía sobre el dios Apolo - Dios de la lira, la música, la medicina y los oráculos, Apolo era uno de los dioses más queridos en la antigua Grecia y uno de los más venerados. Hijo de Leto y Zeus, también es hermano de Artemis. Es uno de los dioses más enamoradizos y el primer dios en enamorarse de una persona de su mismo sexo, cosa que luego se volvió costumbre en el Olimpo. Al igual que su hermana, Apolo era hábil en el arte del arco y flecha, lo que lo volvió un enemigo para muchos.
-A pasado mucho tiempo - comenzó diciendo el joven mientras bajaba la mano que me había ofrecido al saludar, distrayéndome de mis pensamientos - Me alegra verte Artemis.
-Silencio - dijo la diosa mientras llevaba su mano para atrás, simulando tirar de una cuerda - ¿Cómo te atreves a aparecer ante mi tras lo que hiciste?
-¿Acaso todavía no me perdonas por mi actuar? - preguntó el dios.
-Debido a tu insolencia debí castigar a una de mis mejores cazadoras, dándole como castigó el ser transformada en venado y posteriormente casada por el grupo - protestó Sina - Por haber seducido a una de mis damas de honor no te perdono.
En ese momento recordé que Artemis exigía la misma castidad a sus subordinadas como ella se exigía, y aquella que no cumpliese sería castigada con la muerte. Así contaba la leyenda de las cazadoras de Artemis.
Mis pensamientos fueron nuevamente frustrados cuando observé que la diosa movía su mano para atrás en ademan de tensar una cuerda invisible. Pensé en lo peligroso y catastrófico que sería que una flecha, con la potencia que destruyó a la quimera, impactase en el cuerpo del dios o en la tierra causando que mis compañeros estuvieses en grave peligro.
Sin pensarlo dos veces me apresuré y me interpuse en la visión de la arquera, tapándole la vista de su objetivo. Extendí los brazos y piernas para intentar bloquear en su totalidad la posibilidad de encontrar un punto ciego en mi cuerpo y disparar por ahí.
-¿Qué haces? - preguntó el Apolo con el mismó tono sereno que mantuvo durante la conversación - ¿Acaso no sabes que una flecha de los dioses puede atravesar fácilmente el cuerpo de un humano?
-¡Sina! - grité - No hagas esto. Hay mucha gente inocente en este lugar. Por favor tranquilízate.
Tras algunos segundos de espera la diosa desistió de su ataque y su arco se desvaneció. Tras esto la diosa se apartó un poco y cerró los ojos, respiró profundo y los volvió a abrir.
-Bien - dijo con un tono de voz un poco más relajado - Me tranquilizaré por ahora, mas no creas que por eso te he perdonado.
-Me parece una buena idea - dijo el dios mientras extendía nuevamente su mano hacia la diosa - ¿Tregua?
Mas Sina empujó su mano, se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del recinto.
-Hemos terminado por hoy - fue lo último que dijo antes de desaparecer de mi vista.
Tras esto sólo quedamos Tyler y yo en la cancha, dejándome con una sensación de incomodidad e inseguridad. Este, tras comprobar que su hermana había dejado definitivamente el lugar se acercó a mi y estrecho nuevamente su mano.
-Bien, ahora que mi hermana se ha ido podemos presentarnos adecuadamente - dijo el dios mientras esbozaba una sonrisa - Mi nombre es Apolo, dios de la lira y la música, entre otras cosas. Mas preferiría que me llamases por mi nombre humano, Tyler Rose.
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La alabarda de Zeus
Fantasy¿Se imaginan que las historias del antiguo impero griego fueran ciertas? ¿Dioses con poderes extraordinarios gobernando y rigiendo el planeta sin que nosotros lo supiéramos? Eso es lo que se comienza a preguntar Ian, un joven introvertido de 16 años...