Veneno

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Al despertar no hubo grandes conversaciones entre Apolo y yo. Sólo nos apresuramos a vestirnos y a tomar un reconfortante desayuno para así pelear con las energías suficientes. Sabíamos que lo que se avecinaba era una pelea ruda, sobretodo para mi. Empacamos todo lo necesario en maletas individuales y nos pusimos frente a la puerta de para esperar a Sina. En nuestras mochilas traíamos linternas, primeros auxilios, alimento y repelente contra arañas, entre otras cosas.

A los pocos minutos de salidos de la casa Sina llegó en un auto rojo. A su lado, manejando el auto, se encontraba una mujer mayor con una apariencia de treinta a treinta y cinco años.

-Suban - fue lo primero que dijo la diosa al frenara - No hay tiempo que perder.

-Nos subimos al auto, el cual se puso inmediatamente en marcha, e hicimos los saludos correspondientes. Sina, viendo que evité saludar a la conductora, sonrió y me miró a los ojos.

-Es una de mis cazadoras - respondió Artemis - Le pedí si se podía hacer pasar por una mujer adulta para así poder manejar y que nuestro viaje pasase desapercibido.

Tras esto aceleramos y pusimos en marcha el carro. Yo, al ser el único que vivió en el pueblo por varios años, debí guiar a la cazadora por las calles para así llegar a nuestro destino. Durante el viaje pensé en lo que me aguardaba al llegar a la guarida de Aracne, mas siempre me distraía al pensar en mi fobia y en mi cita programada para esta tarde. Largo se me hizo el viaje de no más de de cuarto kilómetros del pueblo, lo que me dio tiempo para pensar sobre mi situación. Lo único que me tranquilizaba era el saber que tendría a dos dioses que me ayudarían a superar mis miedos. Esto fuel lo último que pensé antes de llegar a nuestro destino, el cual lucía un poco abandonado para ser una biblioteca.

Al bajarnos del auto pudimos apreciar la estructura que se erguía ante nosotros. Una biblioteca con la forma de un castillo medieval se encontraba tras un amplio patio frontal, el cual estaba adornado con variados tipos de fuente y arbustos. A pesar de ser día sábado el letrero de la biblioteca indicaba que se encontraba abierto, lo que significaba que el enemigo sabría de nuestra venida. En ese momento reparé en un detalle importante, el cual me perturbo mucho.

-¿Cómo se supone que venceremos a un monstruo que es capaz de ver el futuro? - pregunte con algo de miedo a los dioses, como si esperase una respuesta negativa por parte de estos.

-Pensé que ya sabrías la respuesta, Ian - dijo el dios Apolo mientras levantaba la mano y cambiaba de atuendo a su respectivo traje de dios - Yo poseo el don de la profecía, lo que nos ayudará a contrarrestar las predicciones de la bestia.

En ese momento recordé la historia que decía que cuando Apolo fue dado a luz fue alimentado con néctar y ambrosio, causado que este creciese rápidamente. Posteriormente buscó a las tres parcas, a las obligó a revelarle el secreto para predecir el futuro. Tras esto el dios se apoderó de los videntes y profetas más importantes de la antigua Grecia.

-Bien - dijo la diosa mientras cambiaba de atuendo y preparaba su arco dorado para disparar - ¿Entramos?

Ambos asentimos y atravesamos el arco con rejas que daba una fría y solitaria bienvenida. No alcanzamos ni a llegar al primer tercio del camino para llegar a la puerta principal cuando nos percatamos de un sonido constante y en aumento que nos indicaba que algo venía hacia nosotros. Instintivamente saqué mi espada y pensé en una de las variadas espadas que me había imaginado la noche anterior para contar con un variado repertorio de armas.

-Demonios - dije para mis adentros mientras pensaba que el tiempo para enfrentar mis miedos había llegado - ¡Tifón!

Al cerrar y abrir nuevamente los ojos pude apreciar una espada rojiza, la cual cerca del filo tenía una línea verde que rodeaba todo el contorno del filo. Sostuve fuertemente el mango de la espada para no perderla, lo que me dio cierta seguridad sobre mi situación y me permitió calmarme un poco.

La alabarda de ZeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora