Otro día

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Ymir 

Un nuevo día se asomaba tímidamente por la ventana, mostrándose reflejado en unos cuantos rayos de una luz penetrante y enceguecedora que se colaba entre los pliegues de las cortinas desgastadas y llenas de polvo por el paso del tiempo. Un día más, que trazaría con una tinta casi extinta e insignificante en su pequeña libreta, la que solía esconder y guardar bajo su uniforme en un pequeño bolsillo que había cosido desde que llegó allí. Como un pasatiempo, solía contar los días que le quedaban de su corta existencia. En realidad, ni siquiera le importaba saber la fecha exacta de cuándo moriría; sabía perfectamente que esa fecha podía ser adelantada y le daría exactamente lo mismo. Lo mismo para ella, lo mismo para sus compañeros, lo mismo para Christa... O no. No tenía mucha certeza de eso. Creía conocer a Christa, más de lo que los demás lo hacían, pero no le bastaba con ello, con un conocimiento insignificante e inútil que probablemente no le serviría nunca. Quería hacer algo más por ella; quería protegerla. 



En pocos minutos, o quizá segundos, iba a perder la poca "libertad" que tenía para estar consigo misma, o al menos tener la certeza de que nadie le estuviera observando para evaluar su "progreso" y tonterías como esas. ¿A quién le importaba? Esas idioteces que le cuentan a los niños antes de dormir, todas mentiras; esas cosas como "cuentos de hadas y criaturas mágicas y amables", "historias perfectas con un final feliz, una vida feliz, todos felices por siempre", "encontrarás la felicidad", "serás libre", todas esas cosas no son más que ideas, inexistentes y vacías en tu mente. Nunca las había escuchado, ni nada por el estilo, ya que había crecido con la simple y tranquila compañía de la soledad; pero le gustaba no haberlo hecho, porque al menos así no llenaría su cabeza de ilusiones que no se acoplaban a la realidad ni por los talones, y que nunca llegaría ni a desarrollar. Nadie se daba cuenta de la verdad, todos los que se encontraban allí estaban casi completamente ciegos; se encontraban caminando en un túnel lleno de misterios, lo suficientemente oscuro para no poder ni divisar el contorno de una sombra. Ella lo sabía, allí afuera era una pesadilla, lo había visto con sus ojos y vivido en carne propia; era como encontrarse parado, inmóvil e indefenso frente al demonio mismo. De un momento a otro lo miras directamente a los ojos, y en el instante, sabes que todo ha terminado para ti.


En fin, había acabado por hoy con esos pensamientos, tenía que volver a entrenar con todos esos ineptos e Christa. Cuando pensó en ella, se apoyó casi instintivamente sobre sus codos para mirar por encima de su almohada y así poderla ver recostada apaciblemente, como un pequeño y tierno ser alado que, algunas personas, solían llamar ángel. No podía evitar dejar de pensar en ella aunque fuera por unos segundos, le era imposible hacerlo por más que lo intentara. Estaba allí, a unos cuantos centímetros en la otra cama, parecía tan vulnerable e inocente que no podía evitar reprimir una pequeña sonrisa que sólo asomaba a su rostro cuando ella estaba presente. 



Ya había llegado la hora de levantarse. Las alarmas sonaron disparadas, y su fuerte y pesado ruido llegó con brusquedad a los oídos de los reclutas, sacándolos de sus pesados sueños y dejando a algunos sentados en la cama de golpe. Era gracioso observar esto, y tenía la oportunidad ya que solía despertarse antes que la mayoría. A veces ni siquiera podía dormir y tenía que levantarse a dar unos pequeños paseos por un bosque cercano para no morir de aburrimiento en ese lugar. Había salido tanto allí que conocía aquel bosque como la palma de su mano.



Se levantó para no llamar la atención y no recibir un regaño del instructor, detestaba llamar la atención y más por una razón tan estúpida como por no levantarse, sabiendo que no necesitaba de muchas horas de sueño, como otras personas acostumbraban. Además sabía que sus habilidades serían suficientes para no ser un blanco a la atención y gritos de Shadis. No fallaba en ninguna prueba, y tampoco sobresalía ante nadie. Tal vez si lo continuaba haciendo, le daría un buen puesto a Christa en la lista y podría unirse con facilidad a la policía militar; no correría ningún riesgo allí y podría mantenerla un poco más vigilada y sobre todo, a salvo.


Después de extender las sábanas de su cama con bastante calma, se volteó hacia la dirección contraria para echarle un ojo a Christa. Si no despertaba, tendría que despertarla ella y cubrir como pudiera el hecho de que no había podido arreglar su cama con tiempo; tenía ya preparados unos cuantos trucos para que Shadis ni se percatara de que algo se había descarrilado en su estricta y pesada rutina, ya escrita con tinta permanente en su extraña cabeza. Una vez tuvo que hacerlo; Christa se había quedado dormida y pronto vino Shadis a revisarles sin respeto alguno por la privacidad, el idiota sabía que ni para eso tenían derecho y tenía una visión algo clara de lo que era la vida; era molesto, pero no le daba importancia en realidad. En fin, no tuvo de otra que darle un golpe a una de las chicas que se quedaba en esa misma cabaña y fingir que fue un accidente. La chica probablemente obtuvo una fractura y un tiempo fuera de combate, pero por lo menos con la conmoción le había dado tiempo a Christa de levantarse y ordenar su lugar. Pero como se esperaba de la enana, se preocupó tanto por la chica, que fue la que más la acompañaba y visitaba en sus tiempos libres, mientras ésta se recuperaba. Aún no comprendía porqué la menor fingía tanto aquello, y de dónde sacaba tanta amabilidad y generosidad; no era nada divertido fingir alguien que no eres, estaba cansada de repetírselo.


Ymir x Historia - Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora