Capítulo I

88 4 4
                                    

Escucho pasos provenientes del pasillo de mi casa. La puerta es abierta por una silueta, que luego se dirige a la ventana de mi habitación. Oigo un chirrido que me aturde, pero sólo dura unos segundos. La luz del sol me encandila, e inmediatamente me tapo la cara con mi brazo derecho.

Siento que dormí horas, pero solo fueron unos minutos. Quedarme despierta toda la noche hablando con mi única y mejor amiga Nessa no es buena idea cuando tengo clase al día siguiente.

-Arriba Lizzie, o llegarás tarde al Instituto-vocifera mi madre mientras recolecta la ropa sucia de mi canasto.

Ugh, la escuela. No odio la escuela porque «soy adolescente». La odio porque ¿quién quiere ir a un lugar temprano a que te juzguen y te traten mal?. Si pudiera tomar clases particulares diariamente, no vacilaría en hacerlo.

Me levanto de mi cama con lentitud, cojo unos jeans azules, mi remera de The Smiths, una camisa vieja y mis Converse. Me miro al espejo y veo una chica tan desaliñada como lo ha sido siempre, con ojos demasiado separados, una melena enmarañada y oscura, y un par de ojeras escandalosas. No me alarmo, es lo que suelo ver diariamente. Pero al bajar mi visión, veo un cuerpo tan redondo y poco atractivo que me entran ganas de hacer trizas ese pedazo de vidrio. Me pongo de perfil para observar detalladamente. Estoy gorda, detesto mi cuerpo. Mis caderas son enormes, mis piernas son demasiado anchas, al igual que mis brazos. Recuerdo que esta es la razón por la cual evito mi reflejo.

Sin más que pensar, me dirijo hacia el baño, pero como cada mañana, mi hermano me ganó de ante mano.

-Voy a llegar tarde, ¡apúrate!-le grito mientras le pego puñetazos débiles a la puerta.

Forcejeo el picaporte con mis brazos flacuchos, mas es en vano. Me coloco de costado y le doy un empujón a la puerta. Logro abrirla, aunque al ver al novio de mi madre en el baño, deseo no haberme siquiera levantado de la cama. Inmediatamente cierro la puerta, ¡qué desagradable!. No entiendo por qué tengo que compartir espacio con este sujeto tan inmundo. Habiendo tantos hombres en este mundo, justo este intento de persona tuvo que elegir mi madre. Es que le tengo tanto odio desde que me enteré que estuvo en juicio por violencia con su ex esposa.

Decido no esperar más tiempo, estoy retrasada y tengo que llegar 15 minutos antes para el examen de fin de cuatrimestre de matemática. Si no lo apruebo, tendré que rendir toda la materia de nuevo. Cojo mi mochila y meto las dos primeras carpetas que encuentro sobre mi escritorio, entre papeleo y tazas sucias.

-Ya me voy-aviso, pero nadie responde. Así es, me ignoran, como todos los días de mi vida.

Me coloco los auriculares e inicio mi lista de reproducción mientras me dirijo a la parada del bus. Ojeo la hora, guardo la BlackBerry, pero no sé qué hora es. Vuelvo a mirar y me caigo en cuenta que estoy 20 minutos tarde, ¡tardísimo!.

Un instante después, llega el colectivo, repleto de gente. Mmm... no me queda otra opción que soportar viajar con más de 20 pasajeros, todos apretados y empapados por el calor. No comencé bien la mañana, y no creo que sobrelleve el día mejor que esto.

Al llegar al Instituto, me sorprendo al ver que todos están alineados como soldaditos de juguete, esperando algo. ¿De qué me perdí?

-¡Liz, al fin llegas!-chilla Vanessa, y me rodea con un brazo-. Estábamos esperándote, ¿qué ocurrió?

-¿Qu-qué?-tartamudeo. No comprendo qué está sucediendo-¿de qué me hablas?

La directora, una mujer blonda (aunque repleta de canas), de baja estatura y bastante corpulenta, se acerca, interrumpiendo la calidez de Vanessa. Me pide el permiso para la excursión. ¡MIERDA! Hoy no es viernes, es jueves. Me ruborizo y me maldigo, ¿cómo pude ser tan estúpida y olvidarlo?.

ThinplanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora