Capítulo II

57 1 0
                                    

Llego a mi casa para la hora del almuerzo. Es medio día y está nublado y algo fresco. Estoy exhausta, no dudaría en yacer en mi cama y dormir un día entero.

A penas entro a mi habitación siento una sensación de ahogo y me sofoco. Abro las ventanas para orear el cuarto. Me tumbo en el catre con las sábanas arrugadas y caóticas, y cierro los ojos. Poco a poco voy cayendo en una depresión profunda. Veo dos ojos. Un par de ojos que me miran fijamente. No puedo diferenciar su color. Me siento vigilada. Luminosidad desprende de ellos, tan clara y deslumbrante que me atrapa paulatinamente.

—Sígueme—murmura el ser. Parece que el par de luceros le pertenecen a alguien, pero no logro descifrar a quién.

Una parte de mí me advierte no hacerlo, pero por otro lado, me cautiva. ¿Qué tendrá el peligro que hace de las cosas cotidianas, algo incitante? Obedezco, y asiento con la cabeza. 

Nos encontramos en un bosque pocos segundos después. La brisa fresca choca contra mis facciones, helándolas. Las diminutas piedras blancas se enmarañan con las ramas secas desparramadas por el suelo, caídas de los pinos que puedo contemplar desde aquí abajo, y crujen con cada una de mis pisadas. Un camino que parece obra de personas, abre paso entre los árboles. Es bordeado por rodajas de troncos secos, colocadas una seguida de otra. 

Los diferentes sonidos de los pájaros me llaman mucho la atención y, al levantar la cabeza para intentar verlos sin parar de caminar, me tropiezo con una raíz crecida en el exterior. Caigo en seco sobre las piedras y varias de ellas me pinchan bruscamente. Al controlar no haberme lastimado, noto que tengo únicamente un leve corte en la rodilla derecha. El firmamento está cubierto de nubes oscuras. Una atmósfera lóbrega nos rodea. La silueta poco precisa camina con rapidez, casi trotando. Titubeo antes de continuar con la caminata, mas sigo con cautela. A lo lejos columbro una construcción, y creo que nos dirigimos a ella. A medida que nos acercamos, el frío es más intenso. Noto que sobre el césped se posa una capa de escarcha pálida, que me cala los huesos del frío, desde la planta de los pies hasta el último pelo de la cabeza. 

Comienza a sonar Under Pressure de Queen. ¿Qué? ¿dónde estoy?. Me despierto y doy un salto en la cama. Estoy desorientada y aturdida. Apago la alarma, que continúa sonando con Mercury al compás de la melodía. Miro la hora: las 6 pm. Mierda.

Recuerdo que debo hacer un trabajo muy importante de álgebra con algunos libros de la biblioteca, y acordé con Vanessa que pasaría a buscarme a las 5. Me maldigo a mí misma al darme cuenta que es tarde, y que ya la planté varias veces este mes. No va a perdonármelo una vez más. Busco la BlackBerry para mandarle un mensaje de texto disculpándome. Revuelvo la mochila, las sábanas, la ropa que dejé la noche anterior sobre la silla, pero no logro encontrarlo. No logro acordarme cuándo fue la última vez que lo usé, así que cojo el teléfono de línea y marco a Nessa. Dios mío, de seguro está más que molesta.

—¿Hola?—oigo su voz desde el otro lado del aparato—¿quién habla?

—¡Nessa!—exclamo como si no la viera desde hace años atrás—Siento mucho no haber...

—Siempre lo mismo contigo—interrumpe—me dejas plantada, haces las cosas mal y luego te disculpas, pensando que así todo se soluciona. Por favor Lizzie, ya déjate de boberías—y cuelga. Sé que tiene razón. Odio saber que mis errores destacan sobre todas las cosas, que mis defectos sobresaltan más que cualquier virtud existente en mí.

«Es un mal día, no una mala vida» me repito en voz baja, inhalando una gran cantidad de aire.

Inhalo y exhalo más profundamente aún, pero eso no ayuda en nada a interrumpir la caída de gotas saladas sobre mis mejillas acaloradas. A veces desearía que la gente se ponga en mi lugar, como yo me pongo en el de los demás. Me gustaría que alguien notara que por más bella que se vea mi sonrisa, mis cicatrices son más grandes. Una parte de mí quiere morir hoy; otra parte, quiere que sea un accidente, y otra quiere que alguien se dé cuenta y me salve de esta mierda.

ThinplanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora