Capítulo III

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Permanecemos con los ojos cerrados por un tiempo, recostados sobre el césped. De fondo se escucha Femme Fatale de The Velvet Underground, en un volumen bajo. David me ofreció un cigarrillo, lo que según él es el pie para comenzar una amistad. Dice que es como cuando de niños conocíamos a otro de nuestra edad y le ofrecíamos jugar con nosotros; sólo que en este caso es un cigarro, y este es un juego al que no creí que iba a llegar a jugar.

—Aún me sorprende no haberte visto en la mitad del año que pasó—golpea el cigarro con el pulgar y deja caer la ceniza—. Es decir, estamos a mitad de año y siquiera te vi en los pasillos.

—Tal vez nos cruzamos y no nos fijamos—supongo yo, permaneciendo con los ojos cerrados.

—¿Cuántas veces habremos cruzado gente que llegará a ser alguien imprescindible para nosotros en un futuro?—abro los ojos y lo miro. Nunca me había detenido a meditar eso—. ¿Por qué no aparecen en nuestras vidas la primera vez y ya?

—Quizá así está escrito—respondo, y le doy otra pitada al cigarrillo—. Deben tener un momento preciso para entrar en nuestras vidas—reafirmo—. Sería un completo desastre si conociéramos a esta edad a quien debemos conocer a nuestra cuarta década de vida. Muchos lo llaman destino—agrego, y me mira escéptico.

—Sí, eso es cierto. Pero no creo que eso esté «escrito». Somos nosotros quien escribimos lo que va a suceder a lo largo de nuestras acciones sobre el presente, no el «destino».—abro los ojos y giro la cabeza hacia él. Está apoyado sobre su lado izquierdo, con el brazo flexionado y haciendo de soporte a su cabeza reclinada—. El futuro no existe y por más impacientes que seamos, o por mucho que planifiquemos, debemos recordar que hay que tener en cuenta la posibilidad de que sucedan cosas imprevistas—afirma con mucha seguridad—. La única realidad es el presente, así que no vale la pena estar pensando en quién va a entrar o salir de nuestras vidas dentro de unos años.

—A mi juicio, vivir demasiado el presente puede llevarnos a olvidar adónde queremos llegar, aún así estando súper presentes—vuelvo a mirar el cielo—. A su vez, antes me gustaba planificar de vez en cuando, marcando líneas generales para donde quiero que vaya mi vida.

—También creo que es grandioso tener una meta o un sueño al que llegar—siento que no quita su mirada de mí—; por supuesto, sin olvidar el pasado.

—Sí… pero también va en contra que la gente no acepte y supere su pasado—digo—, piensan que jamás podrán vivir lo bueno que ya vivieron, sin darle importancia a que eso los despoja de mejorar su entorno para obtener éxito y felicidad—trajo con escollo al pronunciar esa última palabra.

—¿Alguna vez te ha pasado que, por más que quieras, no puedes superar algún hecho?—lo miro y su rostro manifiesta angustia. Pienso en mi padre, en los cortes, en cómo me rompieron el corazón hace cinco meses, en cuando me diagnosticaron depresión. Asiento con la cabeza.

—Estoy completamente aturdido con la escuela. Debo mantener un promedio mínimo de ocho punto nueve para obtener una beca en la Universidad de Artes de Chicago—cuenta—. Y bueno… estoy pasando por malos momentos con mi hermana menor, Noelle.

—¿Quieres contarme?—pregunto con timidez. No quiero forzarlo a largar cosas. Me lo han hecho y es horrible sentir ese tipo de presiones.

—No es nada que a otras chicas de su edad no les suceda—suspira—; en un par de meses cumple quince—prosigue—. Ya sabes… sale con el estúpido de Brandon Crane y mis padres no están muy—levanta los hombros y aprieta los labios, haciendo una pequeña pausa— a favor de la relación, por así decirlo.

¿Acaso no dijo que ella tiene 14? Creo que mis padres tampoco estarían muy a gusto si salgo con un muchacho tres años mayor que yo, y peor así si es el mismísimo Brad del que estamos hablando.

ThinplanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora