Disculpa... ¿Qué?

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- Siéntate. -Me dijo Ian, llevamos unos pocos minutos en su departamento, solo los suficientes para que él se cambiara de atuendo.

- Ian. - Comencé, una vez que me encontré sentada, al lado derecho de él. En el mismo sofá. El me miro directamente a los ojos.

-Oye, yo sé que debes tener varias preguntas, incluso sé que tienes más de una teoría atormentándote ahora mismo, y créeme, quiero resolverlo todo, solo que no justo ahora.- El aclaro su garganta, pero nunca aparto su mirada.- Debemos esperar a algunas personas que también tienen algo que decir, después de lo de esta noche, ellos creen que es el momento.- El no dijo nada más, solo me miro y sonrió, se lo que hacía, como cuando nos conocimos, o en el incidente con ese tipo de hace un momento, me estaba tranquilizando. Y maldición, lo lograba.

-Tienes razón, tengo...algunas preguntas, pero también tengo mucha paciencia. - Ambos reímos, y dios, su risa es tan hermosa como la recordaba, los pequeños hoyuelos que se forman en sus mejillas son simplemente perfectos. Creo que, simplemente, él es perfecto.

- ¿Tienes hambre? ¿Sed?

- La verdad muero de hambre, no como desde las ocho de la mañana, y aun que sea raro, la impresión que me lleve hace rato, me dejo un poco más hambrienta.

Volvió a reír, gracias a mí. Dios enserio amo su sonrisa. Espera... ¿Qué? No, no amo su sonrisa, me gusta, si es eso, su sonrisa me gusta. Él se puso de pie y camino hacia la que supongo es la cocina, no sin antes sonreírme, otra vez.

Se escucharon sonidos como el que aparece cuando abres el refrigerador o enciendes el horno, minutos después llego un exquisito olor a mis fosas nasales. Era un olor bastante fácil de detectar para mí, era espagueti. Uno de mis platillos favoritos. Qué casualidad.

Pasaron unos minutos antes de que Ian volviera con dos platos de comida y comenzáramos a conversar mientras comíamos. Estar así con él, de alguna rara manera me hacía sentir completa, viva, por alguna razón me hacía recordar a los momentos de mi niñez, cuando me sentía feliz, plena y lo más importante, cuando no me sentía sola. Luego de unos momentos más con Ian, me di cuenta de que tal vez si era verdad que nos conocíamos desde niños...Sabía exactamente qué decir. Siempre.

-Entonces... ¿Usabas anteojos? - No aguante más y solté una gran carcajada, que por supuesto Ian acompaño segundos después, el imaginarme a semejante hombre con una adolescencia graciosa simplemente me parecía divertido. La risa fue tanta, que tuve que poner mis manos en mi estómago para tratar de controlarme, pero como era de esperarse no funciono.

-No era tan malo, hay gente que simplemente es hermosa, y nada opaca su belleza... ni siquiera unos anteojos... ¿Sabes? Incluso parecía más atractivo. - Reí de nuevo.

Una de las cosas que había conocido de Ian es que tiene un ego muy grande, aunque creo que lo sabe disimular entre broma y broma. No es lo único que he descubierto de él, también sé que es muy divertido, y que le falta vergüenza, no lo sé, es muy liberal, pareciera que nada le molesta. Aunque tal vez me estoy precipitando en decir como es el, lo conozco de hace apenas unas horas. Prácticamente.

-Oye Ian, estas personas que vendrán para que podamos hablar... ¿Quiénes son? - Pregunte de repente. Él se limitó a mirarme y sonreírme, como sabía hacer siempre que le preguntaba algo.

-No son extraños, los conoces Danielle. - Dios, amo cuando dice mi nombre, pareciera que lo hace con afecto, maldición, amo que haga eso. -No te preocupes, deben estar por llegar, y cuando lo hagan, comenzaremos a explicarte algo que debimos hacer hace mucho tiempo. - El me miro directamente a los ojos mientras asentía lentamente.

UN PAR DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora