Prólogo

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- ¡Otro! - Gritó su padre. Un golpe seco se perdió a la distancia. Las nubes arreboladas se alejaban con rapidez para dar paso a un invierno cercano.

La última noche en Whiterock Field. Nada parecía diferente. Algunas estrellas podían verse en el cielo con una luna que se alzaba tímida sobre Button Hill. El aire, seco y frío, silbaba entre las ramas y huecos de los árboles enfriando el cuerpo cansado y haciendo de la rutina algo soportable. Todo el campo, las calles y patios estaban repletas de hojas secas producto del viento que los tomaba en sus brazos para repartirlos sin parar. Algo normal para un pequeño pueblo dedicado a la agricultura con extensos campos llenos de árboles, sin mencionar los bosques que rodeaban toda la región. Lo podía sentir en su garganta, el polvo que se adentraba en la boca dejando una sensación terrosa pidiendo a gritos un trago de agua. La centésima patada se acercaba.

- ¡Otro! - Ordenó inflexible, y otra coz restalló. Esta vez el tronco crujió tanto que cayó al suelo hecho pedazos. Maldijo entre dientes. Ya sabía que era lo siguiente, pero queriendo creer en su suerte, esperó que su padre diera por terminada la sesión. No fue así. Su cara aún tenía la misma expresión impaciente e insatisfecha de siempre, con el hocico mascando la mezcla de heno con hojas de menta. Era un aroma que se había vuelto inherente a su imagen. Percibía el olor de su mezcla especial cuando se acercaba. Como todo lo que se vuelve rutinario, su refrescante efecto dejó de agradar para provocar desagrado. Padre no era un poni que se aseara seguido, por lo menos no con el cuidado de su boca. Más de uno concordaba que la menta hacía de su presencia más "soportable". Pero casi podía asegurar que, después de algunos meses, más de uno compartiría su opinión sobre la menta.

Su padre era un poni ciertamente agradable, trabajaba honradamente cultivando zanahorias y papa, y algunos tipos de flores para el consumo de la villa. Siempre procuraba no alzar demasiado la voz y evitaba las discusiones con los demás. Mientras fuera el negocio de la familia o asuntos del hogar se comportaba de manera afable y tratarlo no suponía algún problema. Pero cuando se trataba de Blastream, era punto y aparte.

Desde que nació, Blastream era más grande que el promedio. Tenía muslos fuertes y anchos. Supo caminar bien sin retrasos y podía correr cuando otros potrancos apenas coordinaban sus pasos. Era natural que tendría una gran rapidez y extraordinaria fuerza. Su padre no tardó en vislumbrar un futuro favorable para él. Se comprometió en hacerlo el poni terrestre más fuerte desde temprana edad. Durante meses lo preparó para que sus grandes cascos y sus fuertes muslos dieran lo máximo que pudieran ofrecer, y, en realidad, no decepcionaban. Mes con mes parecía que sus ejercicios tenían una grata recompensa. Cada vez parecían más poderosas y rápidas. Con los años, Blastream se volvió sin duda el poni más fuerte y rápido del pueblo. Era justamente su talento lo que lo hacía destacar tanto. Cualquiera lo habría ingresado el servicio de guardia en el pueblo. Con alguien así cuidando de la villa se podría presumir de seguridad. Pero no fue así. Su padre se volvió muy celoso con él. Todos sabían de su talento, pero no le permitía desmostrar sus aptitudes en público y, aun así, le seguía entrenando. Con el tiempo, y por boca de alguien que no notó su presencia, se dio una idea del incentivo que motivaba a su padre a actuar así.

El Imperio de Cristal era, además de ser la ciudad más grande de toda Equestria, conocida por su excelencia y fuerza militar. Pertenecer a la Guardia Real, la élite en la fuerza del imperio, tenía como ventajas un pago de todo menos despreciable y muchos privilegios para los familiares del soldado. Quizá esa era la razón, vender a su hijo al servicio del reino para gozar de las bondades que se podía disponer al tener un hijo que protegiera la realeza y la ciudad estrella.
No era una mala idea, a decir verdad. Los miembros de la guardia real recibían honores y su familia ganaría el renombre gracias a él. Y aunque al principio la idea de ser vendido como ganado lo deprimió durante un tiempo, se acostumbró a la idea e incluso la abrazó como una esperanza de una vida mejor, algo que elevó algo más que sus expectativas.

Skylines, Lago de la PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora