Después

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Disclaimer: Bleach y sus personajes son propiedad de Tite Kubo. 

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Inoue pronunció el cántico para invocar las Shun Shun Rikka y el escudo ovalado, emanando luz y calidez, se desplegó instantáneamente por encima del cuerpo de Ichigo. Sus miradas se cruzaron por un segundo con una fuerza que hasta entonces les era desconocida; se encontraron, con una profundidad que apenas comenzaba a hacerse visible a los ojos de ambos.

La guerra había terminado. Las secuelas eran muchas; las pérdidas, vastas. Aunque por fin hubiera retornado al Seireitei la certeza de que el peligro se había extinto, les llevó mucho tiempo a los shinigamis recomponerse de los daños perpetrados. Demasiados funerales, enormes bajas y pocos oficiales en condiciones de cubrir puestos de alto rango. El Wandenreich había asolado la Sociedad de Almas y no se podía eludir aquello. Numerosos edificios habían sido destruidos, honorables shinigamis de élite ahora persistían sólo en las memorias. Había heridas que no sólo hacían mella en el cuerpo, sino que también hacían arder el alma. Cada guerrero tuvo su lucha, a la cual sobrevivían incansablemente día tras día con la inquebrantable fuerza del espíritu.

Ichigo meditaba en el desastre ocasionado por el ejército Quincy mientras Inoue sanaba las lesiones de su cuerpo. Aunque sintiera los huesos y los músculos desgarrarse, era incapaz de dejarse abatir. Su amiga tampoco estaba en el mejor de los estados, Ichigo vio los raspones que le cubrían la cara y los brazos, haciéndole compungir.

-No importa -susurró Inoue-, estoy bien, no son tan graves como las tuyas.

Ichigo rodó los ojos, abrumado por la sensación de que el estómago se le encogía. Al final, pensó, siempre terminaban protegiéndolo. Él confiaba en sus camaradas, tenía la seguridad de que ninguno sería capaz de morir estúpidamente. Eran fuertes, todos ellos, porque eran sus amigos. Ishida, Chad, Inoue, Rukia, Renji... Habían sobrevivido en las peores circunstancias, habían superado las dificultades más estremecedoras, y siempre lo habían hecho a codo con él, sin importar que existiera el temor o la probabilidad del fracaso.

Sin embargo, al cabo de todos los sucesos, hubo algo que se tornó imposible de ignorar para él. Ichigo apretó los puños con la vista ida. Se dio cuenta, allí recostado, que el sentimiento que tenía por Inoue era diferente al que tenía por Chad o por Rukia, reconoció que no sentía el mismo miedo de que ella se expusiera al peligro como cuando lo hacían Ishida o Renji. Lo frustraba no poder defenderla, ser incapaz de ayudarla. Notó que el afán con que procuraba proteger a aquellos era menor que la intensidad con que se empeñaba en proteger a Inoue. Y pese a todo, no le fastidiaba tener aquellos sentimientos que le generaban confusión.

-Kurosaki-kun... -Ichigo la miró fijo, provocándole un evidente temblor de brazos; era la actitud frecuente de Inoue que a él no le era del todo indiferente. -¿Te encuentras bien?

Inoue siempre estaba preocupada por los demás, incluso cuando era mejor que primero se preocupara por ella misma.

Ichigo sabía que la pregunta no se refería al malestar físico, porque si algo era cierto es que la preocupación de Inoue siempre iba más allá, llamaba a la puerta de cada corazón que tocaba.

Inoue no sólo sanaba heridas, Inoue era un remanso para el alma.

Ichigo sonrió amenamente, con la convicción de que en ese instante no era del todo necesario el escudo Soten Kishun para sentirse aliviado.

-Sí, Inoue.

Quiso decir algo más, sintió un extraño impulso de correrle el cabello de la cara. De no ser porque Renji y Rukia discutían al otro lado del acampado, vendados y enyesados, distrayendo a todos en el lugar, tal vez Ichigo sí se hubiera permitido ofrecerle esa atención.

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