Con ese beso marqué el inicio de algo hermoso; permití que mi corazón guiara mis pasos, lo cual durante mucho tiempo había evitado con ahínco. Pero ahí, bajo aquellos árboles, bajo aquella luna y entre sus fuertes brazos me ayudaron a disipar todo temor, inseguridad. Y fue ahí, justo con ese beso que mi alma comenzó a cantar de felicidad. Daniel tenía una facilidad de hacerme olvidar todo: la hora, mi nombre y que mi estancia ahí era por tiempo corto.
Los siguientes días fueron hermosos y mágicos, lo recuerdo muy bien. Nuestros días eran diferentes cada uno, viviendo experiencias únicas e inigualables. Pues pasábamos la mayoría del tiempo junto a ellos. Nos llevaron a conocer arroyos y al otro día íbamos a florestas. Por las tardes hacíamos picnics, o simplemente jugábamos algún juego de mesa. Por las noches íbamos a carnavales y fiestas, o a caminar bajo la luz de luna y las estrellas. Con él presencié cosas hermosas: milagros de la vida, como el nacimiento de un ternero. A huir de alguna gallina molesta por quitarle los huevos, alimentar y cuidar de los caballos. Así como a cortar café, pese a las quejas de mi mejor amiga. Nunca iba a olvidar aquellos días, porque así como los viví con intensidad, me enamoré con profundidad, abandono y con la misma fugacidad con la cual el tiempo corrió, sin compasión.
Llevaba ya doce días en aquel lugar, dentro de tres tendría que marcharme y la simple idea implantaba un enorme nudo en mi garganta. Detestaba pensar en que pasaría mucho tiempo para poder volverlo a ver, para poder sentir su piel contra la mía, el calor que proyectaba, sus labios y sentir como mi corazón pasaba todo el día con los latidos disparados. Esa era la dura realidad a la cual en poco menos de sesenta y dos horas iba a sufrir.
— ¿En qué piensas, dulzura? —Amaba que me dijera de aquella forma. Lograba que mi piel se erizara y mi corazón pegara brincos dentro de mi pecho. Suspiré y volví a verlo, estábamos sentados sobre unas rocas, cerca de un cañaveral. Él me tenía entre sus piernas y me abrazaba con fuerza, como si temiera me fuera en cualquier momento. Lo cual pronto pasaría. ¡Dios!
—En ti… en nosotros —confesé, sabiendo que mis mejillas ya estaban rojas. Sonrió con ternura y besó mi frente con premura. Regresé mi atención al magnífico espectáculo de la naturaleza que se estaba dando. El sol poco a poco estaba ocultándose, y los últimos rayos de luz pronto iban a ser capturados y reemplazados por destellos plateados.
—Siempre que veas a la luna recuérdame… porque yo al hacerlo estaré pensando en ti, en todo lo hermoso que me has hecho vivir… —susurró sobre mi oído. Mandando escalofríos por todo mi cuerpo. Asentí con la cabeza, pues nuevamente sentía mi garganta sellada. Acunó mi barbilla, girándola para enfrentarlo. Sus ojos enviaban infinidad de mensajes que mi cuerpo lograba descifrar pues pronto los míos se empañaron y lágrimas gruesas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. Pasó sus pulgares por mi piel, su tacto quemaba y encandilaba mis sentidos—… no llores, nos veremos de nuevo, ¿cierto? —Sonreí a apenas y volví a asentir. ¡Claro que regresaría! Con Mar ya habíamos hecho planes para hacerlo pronto. Besó mis labios, acariciando primero uno y luego el otro. Me encantaba la sutileza y delicadeza que empleaba al tratarse de mí; me tocaba como si fuera vidrio y temiera romperme. Y aunque su tacto, su piel era dura gracias a tanto trabajo, eran la combinación perfecta. Al menos para mí lo era.
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Contra el tiempo © [COMPLETA]
RomanceUn cambio de planes en las vacaciones de Sughey, la llevaran a conocer un paraíso terrenal. Una hacienda que será testigo de cómo su interior poco a poco se irá transformando tras conocer al causante y provocador de una conmoción que cimbrará todos...