III

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Las historias tristes suelen ir acompañadas de pianos maltratados y violines que solo ruegan poder descansar, poder apagar su voz.

Pero nuestra historia no necesita torturar instrumentos, porque somos nosotros los torturados. No necesitamos que se cuente una historia que nunca pasó, un cariño que no llegó a tocar la luz del Sol.

No es nuestra historia, es mi historia. Francamente me habría gustado que estuvieses en ella, pero el amor es libre. Y sé que se perderá en el cementerio de historias que nunca se han contado.

Es la simple tristeza de una chica que se sentó a contemplar como aquellos a quienes quería se alejaban. Nunca intencionadamente. Era una lejanía casi inexistente, pero yo la sentía. Una pared de cristal que no se ve, pero se siente fría en las manos y no deja pasar las palabras. Al principio corrió detrás de ellos, luchando por romper la pared, pero antes de que se diese cuenta la pared era un enorme muro de hierro. 

Siguió golpeando el muro con las manos rotas y ensangrentadas, mientras todos los demás vivían felices del otro lado. Golpeó y golpeó hasta que la fuerza la abandonó, la luz se apagó y su esperanza desapareció.

22-12-2017

Pensamientos escritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora