Al salir de Starbucks llevando consigo sin saber muy bien por qué, los tulipanes, Lauren subió a su auto. Lo encendió y encendió el radio del auto también y el locutor anunciaba uno de los éxitos de James Arthur, Imposible. Nada más sonar la letra, Lauren sintió como si le estuvieran jugando una broma o algo parecido...
"And now when all is done there is nothing to say, you have gone and so effortlessly you have won, you can go ahead tell them... Tell them all I know now, shout it from the roof tops, write it on the sky line, all we had is gone now. Tell them I was happy and my heart is broken, all my scars are open, tell them what I hoped would be imposible, imposible, imposible... 🎼🎤"
- Puto James Arthur, puta Lucy, puta cita, putos todos!- Maldijo Lauren dando un ligero golpe al timón de su auto.
Cuando era niña y había tenido un mal día - dentro de lo que puede considerarse un mal día para un niño- su padre solía darle un donut, que solía ponerle una sonrisa en los labios. Al principio él le decía que era una especie de bocadillo mágico, que daba felicidad a quien lo comía. A medida que fue creciendo entendió que aquel dulce de mágico no tenía nada, sin embargo, seguía conservando el mismo efecto en ella: le daba felicidad. Fue así como antes de ir a su casa y llamar a Shaun para contarle sobre lo desastroso que había estado su "cita" y admitirle que tenía razón, decidió pasar por un Dunkin' Donuts y comer cuantas donas entraran en su apretujado estómago, que había sido el primero en sentir los estragos de la decepción.
Nuevamente, buscó dónde estacionarse, dejando ahora su símbolo de la derrota en el asiento del copiloto y salió decidida a arrasar con cuantas donuts pudiera. Una vez escogidos los sabores y habiendo pagado medía docena - sí que le había pegado fuerte el huracán Lucy- tomó asiento.
Una vez recogida la media docena, escogió una mesa alejada del resto y empezó a saborear su tristeza, que en esta ocasión estaba decorada con grageas rectangulares de colores sobre una base de cubierta de chocolate. Sin embargo, observó que varias mesas de la suya, alguien estaba teniendo un día peor al suyo.
En esa mesa había dos chicas, pero no parecía que fueran una pareja ni nada, sino más bien que estaban unidas por un vínculo más bien amical. Una de ellas se secaba las lágrimas y la otra que estaba sentada frente a ella, se había cambiado a la silla del costado para tomarla por el hombro y abrazarla. Entonces supo que la pena de esa chica no se arreglaba ni siquiera con una docena de donuts o con todas las que hubiera ahí. Y entonces deseó que en verdad sí fueran mágicas, porque así podría darle una a esa chica para que sea cual sea el motivo que la entristecía desapareciera, y pudiera sonreír. Porque unos ojos que tenían un llanto tan intenso, deberían tener como contra parte, un brillo maravilloso cuando una sonrisa se posara en ese rostro.
Y entonces, lo que le había pasado con Lucy perdió la importancia que le había dado al principio, pensando finalmente que había sido mucho mejor que Lucy se pintara tal cual era y que no hubiera alargado el camino en lo que hubieran sido varías "citas" sólo para llevársela a la cama. Ver a esa chica le hizo ver que tal vez estaba sobrevalorando un poco la decepción que le había causado Lucy, y que debía ser feliz porque eso le había dejado posibilidades abiertas para que pudiera conocer a alguien que en realidad sí valiera la pena.
Con tres donuts menos y una chica más tranquila en la otra mesa, Lauren tuvo una idea.
- Dios! Si es que soy brillante!- se dijo a sí misma, aplaudiéndose internamente.
Lauren dejó las tres donuts que todavía tenía en la caja sobre la mesa - como si eso fuera señal de que la mesa estaba reservada- y salió a toda prisa, dirigiéndose a su auto.
Ya en el estacionamiento, - que no era propiamente tal, sino un espacio construido a las afueras de la cafetería y señalizado indicando el espacio reservado para cada auto- desactivó la alarma, abrió la puerta del copiloto y sacó los tulipanes rojos que había comprado para Lucy, los tomó consigo y volvió a cerrar la puerta y a activar la alarma.
- Para algo tenían que servir- se dijo a sí misma mientras los miraba.
Con los tulipanes en la mano, entró nuevamente al restaurante, vio su mesa aún reservada y a las dos chicas de hace rato y se dirigió a la mesa en qué estaban ellas y se paró en frente.
- Dicen que no hay nada que haga sentir mejor a una mujer que chocolates y rosas. Y como el chocolate ya lo tienes - dijo señalando el donut con cubierta de chocolate que tenía aquella chica- yo te doy las rosas, que no son precisamente rosas, sino tulipanes, así que espero que cumplan la misma función- y con una sonrisa que expresaba calidez, le ofreció los tulipanes que hacía unos minutos habían sido rechazados igual que ella.
Y para su sorpresa, la chica que ya estaba más calmada, le sonrió, tomó los tulipanes, los vio con dulzura y los abrazó a su pecho.
- Gracias. - le dijo, con lo que Lauren consideraba la mirada más triste que no había visto nunca- Yo... tú...- y rompió en llanto nuevamente, pero ahora ya no eran sólo lágrimas silenciosas, sino que el llanto tenía todos los elementos para ser considerado uno que sale de un corazón hecho polvo. Entonces la felicidad que sintió Lauren al no haber sido rechazada por segunda vez en la tarde, se fue a la basura junto con sus ganas de permanecer ahí.
- Yo... yo lo siento mucho. No quería hacerte llorar.- dijo Lauren con una mezcla de pena y sobre todo preocupación por esa extraña que estaba llorando aún más que al principio, por unos tulipanes que le había regalado- De verdad lo siento mucho, de haber sabido que ibas a volver a llorar, no te los hubiera dado. Lo siento mucho en verdad, lo que menos quería era... creo que es mejor que me vaya.
Y la sonrisa triunfante que tenía Lauren al principio, cuando la chica desconocida recibió con cariño los tulipanes, desaprecio por completo, convirtiéndose en lo que era una clara expresión de arrepentimiento.
Entonces, olvidó las tres donuts que había dejado en la que había sido su mesa y salió a toda marcha.
Y si no hubiera estado tan concentrada en salir huyendo, hubiera visto que esa aquella chica que le había recibido los tulipanes, había salido unos segundos más tarde detrás de ella, para detenerla y explicarle -aunque fuera una total y perfecta desconocida- el por qué el recibirlos había hecho que su llanto volviera, y que evidentemente no tenía nada que ver con ella.
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Tulipanes para Camila | Camren
FanfictionLauren está teniendo el que podría considerar uno de los peores días de su vida. Sin embargo, todo cambia cuando conoce a Camila, quien le enseñará que la vida puede tomar un giro de 180 grados en el momento menos pensado. -Qué bueno que aquel día n...