Viernes, 01:29 AM:
Me encontraba en el garaje de mi casa. Solo me iluminaba un tubo de luz led, el cual estaba arriba de la puerta que me dejaba entrar en mi casa, y las chispas que desprendía la maquina que estaba usando para afilar un tipo de cuchillas. Puede que se pregunten "¿para qué?", pero eso no importa ahora.
Cuando creí que había terminado, dejé la acción anterior y me fui a dormir tranquilamente, el cansancio me ganaba. Deseé que todo salga bien mañana, si lo arruinaba, ya no valdría nada. También tendría que trabajar temprano, así que por eso no quería acostarme muy tarde.
08:57 AM:
Llegué a mi trabajo a las ocho y media, aunque empezaba a las nueve. Siempre era puntual, era una de las cosas que me hacía estar de buen humor todas las mañanas. Sola, con cuatro paredes alrededor, pero en un espacio bastante amplio.
Para mi trabajo usaba la misma ropa, ya que solo era tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes. Me ponía un vestido, que la parte de los hombros hasta la cintura era como una remera mangas cortas lisa, y la parte de abajo como una pollera entablada y larga hasta arriba de los tobillos. También me maquillaba bastante y usaba unos tacos negros simples. Llevaba conmigo una cámara de vídeo profesional y un trípode, que siempre los colocaba en una esquina del lugar y un pequeño banco al lado para poder sentarme y observar. Mi taza blanca con café nunca faltaba, me mantenía despierta.
El lugar es inmenso para las pocas personas que siempre lo habitábamos, pero también vivimos en un pueblo con una multitud chica. Las cortinas las abría solo cuando acomodaba todas las cosas antes de que llegaran mis alumnas, justo unos minutos antes las cerraba. Yo les digo a ellas que es simplemente para que no les moleste la luz, pero es una excusa más.
Escuché el ruido de la puerta y murmullos se acercaban, cerré la última cortina y puse en la cámara la función de "grabar". Tenía la costumbre de grabar todo, por si acaso no veía algo, luego en mi casa las filmaciones me lo mostraban. Mis ocho alumnas creían que solo era para el supuesto "juez", que elegiría a la que mejor baila para tener la oportunidad de mostrarse en un teatro en otra ciudad; no eran más que mentiras.
Dejaron sus bolsos contra una de las paredes y comenzaron a calentar, mientras yo las saludaba y corregía algún que otro error que cometían. Todas tenemos entre veinte y treinta años, incluyéndome.
Me encaminé en dirección a mis amigas para saludarlas. Eran cuatro: Heather (rubia, con el pelo por abajo de los hombros y más o menos de mi estatura), Fatima (morocha, siempre anda con una colita de pelo y es la más alta de nosotras), Jodie (rubia, con el pelo largo hasta los hombros, un poco mas alta que yo) y Catherine (medio pelirroja, pelo ondulado y largo, casi alcanzando la estatura de Fatima). Las abracé con una sonrisa en la cara, aunque solo no nos veíamos hace un día.
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La Obra Perfecta
Short StoryAmelia, una joven de veinticinco años, tiene un pasado oscuro el cual no se lo reveló a nadie. A pesar de eso, procuró ser una persona "normal", igual a los demás. Nunca mostró su verdadera cara hasta el día clave, el día en el que haría "La Obra Pe...