De lejos lo observaba, ocultándome detrás de un árbol. Él se encontraba sentado en el suelo con su mirada enfocada en una de las perfectas flores que solía crear cada día, durante mucho tiempo lo admire y no podía evitar emocionarme al verlo.
Paso demasiado tiempo cuando me di cuenta que no podía ser como él, contemplaba sus obras, cada movimiento con su mano, podía traer la perfección al mundo, y yo solo era un amante del arte, que nació sin dones.
Una noche me recosté bajo un árbol, miré el cielo y pasé la noche pensando, no podía evitar cuestionarme sobre su arte, nunca antes me había sentido de esta manera.
Paso un largo tiempo cuando decidí por fin hablarle, y no fue una buena decisión, una mañana me acerque a él y con timidez le dije que lo admiraba, que no podía dejar de observarlo, y que mi deseo era ser más, poder dar vida a cosas perfectas como él lo hacia, el respondió que no todos nacemos con los mismos dones, que mi don era la belleza, y que era el ángel más hermoso del lugar, esas palabras resonaban en mi mente en cada momento, yo no quería ser tener belleza física, mi deseo era poder crear, tampoco tenia como objetivo ser des conformista, claro que estaba agradecido con todo lo que poseía, pero llego el día en que algo en mi cambió, y no me conformaba solo con verlo, realmente deseaba poseer sus dones, su talento, no solo quería admirarlo cada día, estaba seguro que si me esforzaba podría ser como él, ¿Por qué yo no?, es lo único que podía preguntarme, y esas preguntas fueron las que me consignaron la entrada al vacío, de la mano con la soledad. Aún no se en que momento todo cambio, pero solo puedo contar esta historia y describirles un poco en el lugar donde estoy, es frío, y a la vez quema, siento ruidos cuando estoy solo, y aunque intento recordar como él creaba flores hermosas, o quiero pensar en su arte tan perfecto, no logro poder destruir el recuerdo en mi cabeza del día en que me desterró a este lugar, a vivir, según sus palabras, para siempre.