Tercer lenguaje

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—¡Llegué! —anunció el japonés cruzando la puerta, quitándose la bufanda y el abrigo café que le hacían soportar el frío de la mañana.

—¡Yuuri! —canturreó alegre el ruso, colgándose del cuello ajeno, bajando poco a poco a su cintura—. Te extrañé —musitó cerca de su boca.

—Y yo a ti —rió, pasando los brazos sobre su cuello. Se miraron un par de segundos, siendo el peliplata el primero en eliminar la distancia entre sus labios, robándole un beso suave... y largo.

—¿Cómo está tu mamá? —preguntó sobre sus labios, separándose de forma lenta.

—Muy bien, le encantó tu regalo —sonrió, moviéndose junto al ruso para sentarse en el sofá.

El japonés tuvo que viajar tres días a Japón por el cumpleaños de su madre, Viktor prácticamente ya había sacado las maletas, pero Yakov no le dejó ir, ya que había unos asuntos que resolver. Muy a su pesar, dejó que el menor se fuera; aunque claro, le dio dos lindos suéteres para que le llevara como un presente de su parte.

—Me alegro —dijo, jugando con algunos mechones de su cabello, moviéndolos en círculo—. ¿Tienes hambre?

—No, estoy un poco cansado, iré a dormir un rato, ¿vienes?

—Tentador... —pronunció, alzando el nipón una ceja en respuesta—. Pero tengo que terminar algo, te alcanzo en un momento —sonrió, acariciando su mano.

—De acuerdo —contestó, desapareciendo por el pasillo para entrar a la habitación.

Viktor suspiró, llevo su mano al pecho y tosió.

—Demonios... —maldijo, yendo a la cocina para tomar algo de agua.

 —maldijo, yendo a la cocina para tomar algo de agua

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—... ¿Qué hora es? —farfulló para sí mismo el nipón, tomó su celular para ver la pantalla.

El japonés se estiró, levantándose para buscar a su pareja. Entró a la sala captando nula señal del ruso, murmuró por lo bajo y prosiguió a buscarlo en la cocina

Los lenguajes del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora