Cuarto lenguaje

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¿Nunca se han detenido un momento para darse cuenta de todo el tiempo que ha transcurrido?

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¿Nunca se han detenido un momento para darse cuenta de todo el tiempo que ha transcurrido?

Teniendo esa sensación; como si todo lo vivido se redujera a segundos y la realidad te asechara desprevenido para abrir los ojos de golpe, dándote cuenta que no era más que un sueño.

Yuuri Katsuki se encontraba con los ojos abiertos, miraba hacía algún punto ciego mientras el sonido de las manecillas del reloj hacía eco en la habitación, sintiendo en su cuello el cálido aliento de la persona que tenía prisionera su cintura. Hace escasas dos horas que se habían acostado para dormir, siendo el peliplata el único en lograrlo.

Probablemente lo que le quitaba el sueño no era algo que debiera quitárselo, pero lo hacía.

De manera normal preguntó a su pareja: "¿qué día es hoy?", recibiendo un "es nueve de enero" de respuesta. Se colocaron sus respectivas ropas para dormir —excepto Viktor, claro está—, y tomaron lugar en el acogedor colchón. El pelinegro cerró sus ojos, pasaron alrededor de cinco minutos y la somnolencia se había ido.

"¡Mañana es diez de enero!", repitió de manera escandalosa en su cabeza.

Días de enero que pasan, ¿qué más da?

Pero... oh, era diez de enero, ese día; el día en el que cumpliría oficialmente un año de relación formal con el ruso que dormía a su lado, era su aniversario.

Bueno, no lo malinterpreten, no es que lo hubiera olvidado; de hecho, su regalo lo había adquirido de forma anticipada, escondiéndolo en donde pensaba, era seguro, sin embargo, el olfato de Makkachin era poderoso, encontrándolo el caniche y, por consiguiente, Viktor también. Se trataba de un pequeño perro de peluche muy similar a su mascota, sólo que, de un color más claro, acompañado de un lazo azul atado al cuello.

Un pequeño ápice de decepción quiso apoderarse de él al "dar a conocer" su regalo de manera anticipada, pero, el ver a su pareja tomar el juguete de felpa entre sus manos mientras le decía al alegre caniche que era "su nuevo hermanito", era razón suficiente para que la fecha de entrega le importara poco.

Lo que le sucedió fue similar a cuando te recuerdas tanto una fecha —con un mes de anticipación para ser exactos—, que no recuerdas de su existencia hasta unas horas antes de que ocurriera, era algo extraño, pero le pasaba de forma muy recurrente. Y el probable dilema era lo que le preguntaba el de ojos azules desde hace una semana; "¿qué te gustaría de regalo?".

Siempre lo sorprendía con pequeños detalles, desde una flor hasta un dulce, realmente no sabía que contestar; terminando siempre con un "lo que quieras está bien", a lo que el ruso nunca terminaba de creer y seguía insistiendo. Pero en verdad, no tenía la más remota idea de que podría pedirle, no quería que gastara mucho —como en ocasiones solía hacerlo—, o sonar muy demandante, aunque algo en su interior le decía que, si le pedía una estrella, contrataría a algún astronauta de ser necesario.

Los lenguajes del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora