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Había una vez,
en un lejano país,
una joven que no se sentía bien.

No se sentía ella.
No se encontraba a gusto con su propia piel.

Nada le asustaba a tan bella doncella,
decidió cambiar a los ojos de los demás.
Pero ser él mismo a sus ojos.

Ya no se llamaba como aparecía en el registro.
Por fin era Andrés, quien quería ser.
Las burlas de las demás doncellas no le afectaron.
La desaprobación de los demás hombres tampoco.

Un día sin fecha concreta,
topó con él.
Pero él tampoco quería ser así.
Poco a poco, él fue tomando ejemplo de Andrés.
Hasta ser ella misma, Ángela.

Desde aquél instante,
Ángela y Andrés fueron inseparables.

Nadie les entendía.
Pero a ellos no les importaba.
Eran felices, y eso,
era lo único en lo que se fijaban.

Eran, por fin,
quienes querían ser.

Cállate, no me lo digas (Poesía, #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora