Últimamente miraba extrañada hacia la ventana de mi cuarto. Una extraña manía que había adquirido hace poco. No sucedió así de repente. Aquel chicho tenía la culpa. Era el protagonista de mis pensamientos, aunque, a decir verdad, no sabia ni su nombre.
El 'chaval' (como suelen decir mis amigas) se presentó frente la pizarra del profesor de Matemáticas. Tenía una mirada hipnotizante, sus ojos verdes eran cautivadores, resaltaban sobre su piel morena que posiblemente adquirió durante las vacaciones de verano. Mis compañeros, más bien las compañeras, susurraban cosas que no llegue a escuchar sobre el 'chaval'.
-Bien, querido amante de las matemáticas, el público es todo suyo -anunció nuestro 'querido tutor'.
El nuevo quedó callado. Me atrevería a decir que sus ojos estaban sobre mi persona, cosa que sentí ya que los colores me subieron a los mofletes.
-Querido alumno, no sea usted tímido, ya se abrirá cuando desee, y espero que sea pronto- esto ultimo lo dijo con un tono de voz más leve.
Su nuevo pupitre se encontraba tras el mío, en una de las esquinas.
Cuando pasó por mi lado, pude percibir su perfume. Sabía que era la marca Diésel, una de las favoritas de mi primo.
Los clases siguientes fueron bastante aburridas a mi pesar, y mi compañero de atrás seguía callado. No obstante sabía que pronto dejaría su silencio.
