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Martes 14 de Febrero de 2017
El sol había salido, el día tan esperado por muchos y muchas había llegado al fin. Los pájaros cantaban y el viento movía las hojas de los árboles al compás de su soplar mientras un cielo azul y despejado se mostraba en lo alto de la ciudad. Un clima perfecto, sin lugar a duda.
Todos los negocios y establecimientos estaban decorados de rosa y rojo con uno que otro toque de blanco; peluches, flores, dulces y tarjetas era lo que se veía en todos lados a donde quiera que se mirase. Te Amo escrito en todas partes.
Así es, era ese día, era San Valentín. Una fecha ansiada por muchos enamorados... Sin embargo, por otros, no tanto.
Un chico de tez pálida, cabellos blancos como la nieve y ojos de un profundo azul se hallaba en su habitación, sentado sobre su cama con una caja en manos. Esta era mediana y estaba forrada con envoltorio celeste estampado de pequeñísimos copos de nieve y un lazo blanco encima. Él la miraba con expresión pensativa, como si estuviese librando un debate interno consigo mismo.
¿Ella aceptaría? ¿Aún tenía oportunidad de recuperarla? ¿No la había perdido por completo?
Las dolorosas imágenes de verla llorando estaban clavadas en su memoria, lo atormentaban cada vez que la veía en persona y ella lo evitaba. Todo había sido su culpa, por causa de sus estúpidos celos y comportamiento predominante había acabado por perderla, si se hubiese comportado de otra manera, si no hubiese temido tanto que se la arrebataran no estaría en esa situación. Temía que se la quitaran y acabó ahuyentándola por cuenta propia.
No... Aún tenía un último intento, lo haría ese día. Todas sus esperanzas estaban puestas en ello.
—¿Jack...? —una pequeña castaña de aparentes diez años de edad abrió cuidadosamente la puerta de la habitación—. ¿Estás listo?
Él no respondió.
—Jack... —la niña se acercó para sentarse a su lado—. No te pongas así. Aún tienes una oportunidad.
—¿Eso piensas? —preguntó en voz baja.
—¡Por supuesto! Como tu hermana no me abstendré de decirte que fuiste un completo idiota, claro está —dijo en modo de broma para alivianar la tensión—. Pero aún puedes enmendar las cosas, estás arrepentido y dispuesto a cambiar.
—Emma... —el mayor la miró con duda—. ¿Crees que me perdone?
—¡Claro! Eres un buen chico. Cometiste un error, pero sigues siendo bueno.
—En serio espero que me perdone —suspiró—, hace más de un mes que estoy sin ella y en verdad no lo soporto.
—Inténtalo —animó—, es mejor que no hacer nada y quedarse con la duda.
—¡Chicos, debemos irnos! —una tercera voz se hizo oír tras la puerta.
—¡Ya vamos, mamá! —respondió la pequeña. Le dedicó una sonrisa de motivación y apoyo a su hermano por última vez para después encaminarse fuera de la habitación.