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Me llamo Max Maddox, tengo 17 años y me encantan  las mujeres.

Supongo que eso es lo que te diría cualquier chica a la que le preguntaras por mi existencia. Todas estaban locas por mi. A veces, incluso los más afeminados (mariquitas, los llamaban) resoplaban por mi, apreciando mi paso por los corredores del instituto Mr Hill. No me importaba, evidentemente. Me gusta tener poder. 

Eso es lo que pienso mientras subo las escaleras que llevan a la clase de Biología. Me siento en la última mesa del aula, aburrido (es el primer día de clase, tengo sueño y todas las chicas parecen unas mojigatas, estoy seguro de que no voy a poder acostarme con ninguna), y de repente viene una muchacha con un flequillo tremendamente grasoso y largo que le tapa los ojos y gran parte de la nariz.

-¿Puedo sentarme aquí? -me pregunta. Su voz es apenas imperceptible.

La miro. 

-¿Me estás preguntando a mi?

Ella abre mucho los ojos.

-Sí.

-¿Por qué?

-No sé -se encoge de hombros y se ruboriza; parece fuera de lugar-. Soy nueva en el instituto, no conozco a nadie y es el único sitio que queda libre.

-Soy Max -replico-, Max Maddox.

-Yo Kelsey, encantada.

Sonrío.

-No lo decía por eso.

Kelsey frunce el ceño.

-¿Perdona?

El profesor entra en clase y yo me recuesto sobre la mesa. Esta chica empieza a cansarme.

-Soy Max Maddox. El instituto entero me conoce.

-¿Bien? -dice ella, riéndose tontamente-. Supongo que está bien que mi primer amigo sea el chico más popular de la escuela, ¿no?

-No deberías juntarte conmigo, Kesley.

-¿Por qué?

La escruto con la mirada.

-No te conviene. No soy tu tipo.

-Solo te estaba hablando para sentarme contigo, Mad -pronuncia mi nombre con tono burlón-. No es que te quiera comer la polla a la primera de turno, ¿sabes? No soy de esas.

Sonrío levemente. Ese comentario me ha hecho gracia.

-No lo parece, Kesley.

-¿Por?

-La mancha de semen que tienes en la mejilla dicta lo contrario.

La chica abre mucho los labios.

-¿¡Estás hablando en serio!? -se lleva las manos a la cabeza, estupefacta-. Vaya, lo siento, no me había dado cuenta. Se me ha olvidado limpiarme esta mañana -silencio-. En fin, ¿me puedo sentar contigo, o qué?

La miro de reojo. El profesor nos observa, enfadado. No digo nada y fijo toda mi atención en la pizarra.

A mi lado, Kesley se sienta por su cuenta. Sonrío. No puedo evitar relamerme los labios.

Al cabo de un tiempo, Kelsey me da un codazo y dice, guiñándome el ojo:

-No era semen. Era pasta de dientes.


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⏰ Última actualización: Oct 24, 2018 ⏰

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