Capítulo 2

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Siento su boca ahí abajo. ¡Qué calor! Yo lo aprieto contra mí y siento cómo su lengua pasea por mi clítoris, excitándolo. Se levanta un hombre sin rostro y me penetra de una vez. Se mueve dentro de mí con violencia y yo le sonrío pidiéndole más. ¡Sí! Me dejo llevar y grito de placer.

Me despierto debido al orgasmo que acabo de tener en sueños. Aprieto las piernas avergonzada. Llevo demasiado tiempo sin tener sexo y lo que presencié ayer no me ayuda en nada. Miro el reloj, las cinco de la mañana. En dos horas y media sale mi avión, decido levantarme y darme una ducha fría.

Casi las siete y media de la mañana y aquí estoy en Barajas, en la sala de embarque del avión que me llevará a mi destino de vacaciones, Las Islas Canarias. En concreto, a Corralejo, Fuerteventura. Verónica me reservó una semana en el Gran Hotel Atlantis Bahía Real, que es famoso por su Spa. Intenté buscarlo por internet para ver cuánto me costaría la bromita pero ella me lo prohibió totalmente. Me convenció para no mirar por el dinero estas vacaciones. Además, tenía unos buenos ahorros después de haber vendido el piso que nos compramos Juan y yo en Córdoba cuando nos casamos. Yo me quedé con el piso que habíamos alquilado juntos en Madrid y él se fue a vivir con su nueva amiguita. Muevo la cabeza para dejar de pensar en mi ex.

Estoy muy nerviosa, nunca he viajado sola y me dan pánico los aviones. Me levanto y empiezo a dar vueltas por la sala, faltan diez minutos para embarcar. Estoy distraída mirando el avión a través de la ventana, me estremezco. A Juan se le daba muy bien tranquilizarme antes de un viaje, reconozco que echo de menos esas cosas. Cierro los ojos para quitarme a mi ex de la cabeza otra vez, tengo que superarlo. Empiezo a dar la vuelta para ir a por mi maleta, que he dejado junto al banco donde estaba sentada, cuando me doy de bruces con el torso de un hombre que entra corriendo en la sala. Qué bien huele…

—¡Mire por dónde va! —me grita con acento extranjero.

—Será mal educado… —contesto indignada cuando se aparta de mí para seguir su camino. Al oírme, se vuelve y me mira con cara de mala leche.

Doy un paso atrás, porque me ha fulminado con una mirada fría de ojos azules. Se queda parado mirándome fijamente y, aunque se le suaviza la mirada, su rostro sigue teniendo la misma expresión de enfado. Recorre mi cuerpo con sus ojos azules y resopla. Se vuelve hacia la azafata y le da impaciente su billete, después intercambia con ella unas palabras, no muy amables, deduzco por la cara que pone ella, y se interna por el túnel de acceso al avión.

Mientras se aleja, me fijo en él. Es alto, rubio y va vestido con vaqueros, camiseta de manga corta gris y unas zapatillas. Está muy bueno, lo admito, pero con la mala leche que gasta lo estropea todo. Me acerco a la azafata y con una amplia sonrisa la saludo. Ella agradece el gesto y me devuelve una sonrisa tímida. Lo que tendrá que aguantar la pobre, pienso cuando me interno en el túnel por donde ha entrado el guiri borde. Llego a la entrada del avión y me recibe otra azafata que también tiene mala cara. Creo que van a tener un viaje particular con ese pasajero en concreto. Entro en el avión y busco mi asiento rezando para que no me toque junto a él. Respiro aliviada cuando lo encuentro y no veo cerca al tipo borde.

Me siento y sonrío feliz, por lo menos me ha tocado en ventanilla. Me quedo absorta mirando hacia el exterior mientras todos los pasajeros van acomodándose hasta que una voz masculina que proviene de mi espalda, me sobresalta.

—Es la primera y última vez que viajo en esta compañía, Rose… —habla en un perfecto inglés británico—, son todos unos inútiles… no… la próxima vez lo reservaré yo… ¿cómo han podido cometer el error de darme clase turista? —me giro y me asomo por la abertura que hay entre los asientos, es el guiri borde con el que me choqué, hablando por su teléfono móvil. ¿De dónde ha salido? Cuando me he sentado no estaba.

Mírame, el juego de MarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora