Cielo: Crecer.

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Las puertas del reino estaban abiertas, todo tipo de dios se encontraba allí, digno de los mayores placeres y las abundancias más grandes que puedan existir, cada uno de ellos en sus puestos, atendidos por los ciervos que llegaron a ese lugar por sus creencias sostenidas. Todo mortal que llegase a cumplir con las ordenes y mandatos impuestos por los dioses para alcanzar el gozo de ir más alla, seria entonces un ciervo del dios adorado. Esos que fueron capaces de llegar al reino hoy mismo se encuentran a merced de los dioses y sus deseos divinos, no muchos soportaban tal mandato, pero los que si lo hacian tenían la posibilidad de quedarse en el cielo. 

Los dioses principales, pero especialmente Gusla tenia una omnipotencia con fuerza descomunal, dios de la creación si existiese el primero y más antiguo, conservado a través del tiempo como el único e irrepetible, luego de él no existía otro ser más poderoso en el reino. Sin embargo si existió, ese dios muerto que pereció en manos de Lucifer,Troj era él capaz de dividir las aguas, sus elecciones nunca eran equivocas, la esperanza era su fuerte, sin embargo las garras de ese otro despiadado dios había hecho hervir su aura hasta quedar desintegrado al mismo polvo. Tanto Gusla, Istmo, Krenta y Asmito sabían que eran los más poderosos con respecto a los demás dioses, sin embargo su salida del cielo era imposible, cualquier acercamiento a la tierra hacia temblar el mismo reino, solo era posible su salida en búsqueda de aquel Ángel, una vez ya seleccionado y asentado entre las nubes, ahi mismo casi en una especie de eternidad hacia que estos dioses no salgan de sus aposentos. Cuando ellos abandonaban el reino se provocaba un desequilibrio en todo el cosmos, cada cosa cambiaba y hasta las realidades de sus creyentes podían desaparecer, ya que su fuerza deviene de las creencias mortales, cuando se provocaba ese cambio en las energías, implicaba que muchos dejen de percibir su posible existencia, el gasto de sus cuerpos era un hecho y envejecian en cuestiones de segundos, un ángel podía traer esperanza, al mismo tiempo implicaba un riesgo enorme, si lucifer llegaba al lugar donde estaban ellos en la tierra, los podría destruir convirtiendo a estos seres celestiales en nada más que un suspiro. Convirtiendo asi a Lucifer en el dios de dioses, capaz de controlar todo a su paso, creando destrucción y muerte, esparciendo terror y enfermedades. 

- Eres .- musitó Asmito, señalando al pequeño. Este ya había crecido en calidad corporal y mental, se estaban desarrollando sus primeras habilidades, aunque eran rusticas, eran las primeras y necesitaban perfeccionarse. - Él próximo dios de estos parajes.- termino por decir el mismo dios que antes había espetado palabra. 

- entrenamiento comienza mañana.- dijo Gusla a los ojos verdes de este niño, quien con su piel blanca y pálida se encontraba parado en los aposentos de este dios, observando todo a su alrededor, teniendo en cuenta cada detalle, sus mejillas se sonrojaron, la personalidad tímida, pero perspicaz se estaba haciendo notar. Esfuerzos enormes se llevan a cabo para entrenar a un ángel, sus mandatos ya estaban impuestos, Guillermo solo asintió y salio del lugar dejando a los dioses solos en sus continuas reuniones de banquetes. 

Los entrenamientos se estaban llevando a cabo, la primer habilidad para pulir seria el arco, único arma digna de los dioses y capaz de controlar hasta el tiempo si asi lo deseaban. Algo universal entre los dioses era aprender con este arma los primeros golpes, sin embargo si una flecha mal lanzada rozaba la piel de un dios, esta se convertiría en humana, era algo sencillo de aprender, pero con riesgos inconmensurables. El primer lanzamiento fue un desastre, sin embargo el pequeño ángel no se dio por vencido. 

- Vamos Inténtalo de nuevo.- pronuncio con su voz ronca, fornido cuerpo y presencia estrepitosa el dios Arkley, este era encargado de entrenar a los angeles ya que pertenecía al séquito de la guerra, único y poderoso como ninguno, confundido muchas veces con algo malo y hasta impúdico, criticado por el resto de los mortales, pero único e inigualable cuando se trata de batallas, todo aquel que le confío su ejercito a los deseos de este dios, fue el único y prospero ganador. Mientras entrenaba al nuevo ángel noto que sus cualidades aun necesitaban pulirse, al mismo tiempo sabia que esto llevaría tiempo para su perfecta ejecución. 

- No puedo.- dijo el ángel a los ojos del Arkley, estos estaban vidriosos pero como todo ángel no podía llorar, su aura cambio de color, asi se sabia como se sentían o como interpretaban las cosas estos seres de luz, paso de verde a gris en un instante. Miro hacia el suelo y tiro el arco a sus pies, una gran bata blanca cubría su cuerpo, haciendo que este color se confunda con la piel, cada detalle estaba marcado por los incontables ciervos, no se podía permitir que un Ángel este en malas condiciones, nada de lo impúdico que podía aparecer en la arena de combate debía llegar a su ser ya que recien estaba en formación final. 

- Confío en ti.- volvió a hablar el dios de la guerra, apunto el lugar donde debía disparar Guillermo, haciendo que este dejara salir un suspiro, sus pequeñas manos tomaron el arco y entonces disparo. 

(...)

- Excelente.- dijo Gusla mientras los demás dioses aplaudían, todos observando al nuevo ángel en aquella arena. Llevaba puesto una camisa blanca con botones dorados, estos tenían grabado el símbolo del reino de los cielos. Las manos de todos los dioses que debieron asistir a la presentación de Guillermo chocaban entre si formando un sonoro aplauso, este ángel ya no era un niño, ni mucho menos pequeño, el tiempo había pasado, sus brazos, piernas y cuerpo se habían transformando, formando un gran ser, con cualidades únicas y excelentemente entrenado en el arte de la arquería. Su flecha había matado de una sola vez a la bestia creada para su entrenamiento final, esta fiera tenia por características ser enorme rojo, con afilados dientes y un aliento de veneno, que con el solo contacto en las fosas nasales, provocaba la muerte de cualquiera, especialmente de un ángel. Todos las habilidades de Guillermo estaban pulidas y perfeccionadas hasta más alla de los limites, todo esto era necesario para lograr el dominio en todo su esplendor. Las ovaciones se hacian escuchar en los tímpanos resonantes del ángel, su aura estaba especificamente de color verde, era indispensable que aquello pasara, era señal de que todo había sido entendido, estaba listo. - Alto.- volvió a hablar Gusla, haciendo que todos en aquel lugar quedaran en silencio, los aclamadores pararon con sus ruidos mas solo se quedaron viendo al dios imponente. - Llego la hora.- volvió a hablar, se paro del trono en el que estaba sumido, seguido por los otros tres dioses más importantes del reino, en un abrir y cerrar de ojos, se encontraban en la arena junto con Guillermo quien los observaba anonadado por lo antes hecho. El muchacho bajo la cabeza, mirando al suelo, dejando caer sobre su rostro un pequeño mechón gris que dispuso luego detrás de su oreja. 

- Estas listo.- dijeron al unisono, cuatro dioses frente al ángel que tendría la posibilidad de conquistar cosas nunca antes lograda por el reino. La mano de Gusla toco sus cabello, dándole a entender que estaba a punto de formar parte del séquito de los grandes dioses, en el corazón de Guillermo era lo único que anhelaba, algún día poder sentarse en ese lugar donde los dioses más importantes del reino, llegaban a consagrar sus virtudes. Sin embargo este nuevo ángel seria utilizado como un arma ¿ Por qué? él llevaría a cabo el mandato luego de que Lucifer formara el mismo infierno, todos los dioses lo sabían que si eran atrapados seria el fin del reinado, ese horno creado por el dios de las tinieblas desintegra a cualquier ser celestial y ninguno de ellos era la excepción. - Seras enviado a misión, cumplirás con mandato, otorgando honor y gloria al reino de los cielos.- musitó Itsmo. Estaba todo decidido, comenzó el camino a la conquista esperada por millones de años, ahora todo estaba en manos de Guillermo, pero algo extraño paso, su aura paso de verde a morada en un instante, ninguno de los dioses entendió por que, al cabo de pocos segundos cambio de nuevo a verde resplandeciente, sin mayor importancia continuaron. - Ve, este es camino.- terminaron por decir los cuatro al unisono y simplemente desaparecieron. 

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by: ivka777

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2017 ⏰

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