Capítulo 7: Soy de titanio

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Al despertarme, lo hice justo a tiempo: mi amiga la tigresa acababa de llegar a las puertas de Konoha, y estaba rascando desesperada la puerta y rugiendo. Unos cuantos ninjas abrieron las puertas y amenazaron con sus armas a la gran felina, pero se detuvieron cuando vieron que me llevaba sobre su lomo. Levanté un poco una mano en un gesto de pedir ayuda y los hombres reaccionaron de inmediato. Dos de ellos me cogieron, pero al ver mi herida del vientre uno me tomó en volandas y corrió villa adentro, despertando la inquietud de todo el mundo al verme. Nadie sabía qué pasaba, lo único que veían era a una "extraña" en brazos de un ninja, quien corría al hospital para tratar de salvar mi vida. Yo respiraba con dificultad y luchaba para no perder el conocimiento otra vez. 

- ¡Tsunade-Sama, es una emergencia!- gritó el hombre que me llevaba al entrar en el hospital. La susodicha mujer, la actual Hokage de la Hoja, no se lo pensó dos veces en cuanto me vio, medio moribunda, y mandó trasladarme de inmediato a una habitación. 

Volví a desmayarme. 

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Despertando por tercera vez, me sentí aliviada de encontrarme en una camilla del hospital, tapada hasta la nariz y con una venda rodeándome el vientre herido. Estaba sola. 

Apreté los ojos, pesados por el sueño, y me erguí lentamente en la cama justo cuando Tsunade-Sama entraba para ver cómo estaba. Se apresuró a ponerme una mano en la espalda.

- ¿Quién eres, joven? Tienes mucho, demasiado, que explicar- dijo. 

Alcé la vista y la miré con ojos llorosos. Pasados unos largos segundos, se llevó una mano a los labios y acto seguido retrocedió un paso por la sorpresa. 

- ¿A... Akira...?

- Sí, Tsunade-Sama, soy yo- contesté. Mi rostro ahora lucía pálido, como un muerto, y mi voz salía muy suave y amortiguada por un popurrí de sentimientos inexplicables-. Yaseichi Akira, la chica que entrenaba a los gennins antes de que se les asignara un sensei. 

- Suponíamos que habías muerto...- se apoyó en el alféizar de la ventana con el trasero, se cruzó de brazos y me miró preocupada. Sacudí la cabeza y sonreí triste.

- Preferiría estar muerta a todo lo que me pasó...

- El último grupo que estuvo contigo dijo que los defendiste de un ataque de los Akatsuki. Que iban a buscar al Jinchuriki de Kyubi y tú lo defendiste. Hay que tener valor para defender a alguien mil veces más poderoso que tú. 

- Naruto aún no era consciente del poder que poseía, y aunque me costara la vida iba a defender a esos niños. Estaban a mi cargo ese día. 

- Nadie sabe qué fue lo que pasó realmente. Al no encontrar señas de ti te dieron por muerta en todas las villas. Eres muy conocida, joven.

- Era- corregí. Me levanté un poco la camiseta para verme los vendajes, y suspiré-. Ya nadie me recuerda.

- Quiero que veas una cosa, Akira- dijo Tsunade con una sonrisa. Hizo un gesto hacia afuera, señalando el altar del tercer maestro Hokage, Sarutobi. A su lado, había un altar más pequeño... con mi nombre grabado en mármol y una foto mía con mi primer grupo de niños como referencia. Me conmoví-. Ese altar te lo hicieron apenas dos semanas después de tu desaparición.

- No fue una desaparición: fue un secuestro- volví a corregirla. Me miró sin expresión alguna.

- Me gustaría saber de boca de la protagonista lo que pasó aquel día.

Volví a suspirar, me acomodé sentada en la cama, apoyé la espalda en la cabecera de metal y empecé a hablar.

- El último día que se me vio, hace tres años, yo estaba entrenando a un grupo de doce gennins entre los cuales estaba el objetivo de Akasuna no Sasori y Seiryu Deidara, Uzumaki Naruto. Antes de que atacaran, los mandé huir y me encargué de distraerlos. En medio de mi carrera acabé sin darme cuenta dentro de la guarida de los Akatsuki, y me borraron la memoria para que no pudiera saber por dónde era el lugar. 

Soy la esclava de los AkatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora