Recuerdo creer que hasta la fecha del 2 de junio era heterosexual.
Que moría por las huecas fáciles.
Pero, fue el 2 de junio que me besaste.
Te atreviste a confesarte.
A escondidas, sólo tu y yo.
Me cuidabas porque sabias que yo, un idiota, dependía del qué dirán.
No dije nada.
Sólo me dejé llevar.
Nos besamos.
Me encantó ese beso.
Tus labios...
Así fue, por un mes, tuvimos varios encuentros de acalorados besos.
Yo estaba confundido.
Fue hasta el 2 de junio que comprendí que lo que sentía por ti, uno de mis mejores amigos, no era sólo amistad.
Me atraías tanto después...
No podía sacarte de mi mente.
Pero, no fue sino el 7 de noviembre que te me declaraste, frente a todos.
Lo mucho que me querías.
Mi corazón se alegró tanto...
Luego entré en pánico.
Me reí sarcásticamente y te dije lo patético que eras.
Lloraste y decías que no dependiera de los demás.
Que ellos no iban a estar ahí para mi en las malas.
Que tú si...
Que tonto fui...
Me odio tanto por lo que te hice ese día.
Y los siguientes...
Te humillé, te humillaron tanto que te fuiste de la secundaria, que te cambiaste de casa, que te fuiste de Busan...
Te extrañé tanto.
