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 Nos vestimos y salimos del salón tomados de la mano, le pedí que me mostrara la casa e iniciamos con el recorrido por la enorme cocina que estaba a un lado del salón, después seguía el comedor, la sala, bajamos unas escaleras y llegamos a la piscina que era iluminada por la luz de la luna llena que brillaba en lo alto del cielo.

– ¿Qué te parecería nadar un poco? – sugirió abrazándome.

– Suena bien, pero tendríamos que subir a ponernos el traje de baño.

– ¿Y quién dijo que forzosamente se necesita traje de baño para nadar? – exclamó sonriéndome con esa típica osadía en su rostro.

– No, no, no, eso no lo haré.

– Anda, será divertido.

– Bruno, además de tu familia, hay quien sabe cuántas personas trabajando.

– Pero no tienen porque venir aquí, además supongo que ya se irán a dormir.

– Eso es lo que tú y yo deberíamos de hacer también.

– Pero, después de nadar, anda corazón, sólo un ratito, te aseguro que nadie se enterará, seguro que todos deben estar haciendo lo mismo que tú y yo.

– ¡Bruno!, ¿no tienes respeto por tu familia?

– Claro que lo tengo, pero eso no me impide ver la realidad, Victoria, ¿de dónde crees que salimos mis hermanos y yo?, ¿por qué crees que Diana está embarazada?

– No pongas esas imágenes en mi cabeza, por favor.

– No te asustes corazón, desde niño me enseñaron a ver el sexo de lo más natural, tal cual es, una función del cuerpo y no tiene nada de malo hacerlo, al contrario, así que vamos a la piscina.

– Pero, ¿cómo vamos a atravesar la casa todos mojados para llegar a la habitación?

– No te preocupes por eso, ¿ves este mueble? – dijo y se paró frente a uno pequeño que no había visto – aquí se guardan las toallas – explicó en tanto abría la puertita y sacaba dos – ¿lo ves?, asunto arreglado.

– Que loco estás – exclamé sonriendo y moviendo la cabeza.

– Ya sabes bien la razón de mi locura – respondió y se quitó toda la ropa – ¿te ayudo?

– No, gracias, yo puedo sola – dije y me despojé también de toda mi ropa.

Bruno se tiro de cabeza casi perfecto mientras que yo caminé a la escalera para bajar, sintiendo como el viento acariciaba mi cuerpo y erizaba mi piel. Cuando entré a la piscina Bruno me recibió, el agua estaba un poco fría y me sugirió que diéramos algunas vueltas para acostumbrarnos a la temperatura. Acepté, pero le dije que no era muy buena nadadora y me respondió que no era una competencia, así que nos sumergimos y nadamos hasta el otro extremo y de regreso. Bruno llegó primero y me esperó, me echó agua al llegar y yo le devolví la maniobra, estuvimos jugando un rato hasta que me di por vencida y volvimos a nadar al otro lado y otra vez de regreso.

En esta ocasión, Bruno me tendió sus brazos, le tomé las manos y me acerqué a él, puso mis manos alrededor de su cuello y bajó las de él a mi espalda, nos fundimos en un apasionado beso por varios minutos hasta que él lo rompió para deslizar sus labios a mi cuello en tanto acariciaba uno de mis senos por debajo del agua, lo cual producía una reacción más excitante así que deslicé mi mano por su torso hasta llegar a su sexo que empecé a acariciar y sentí como respondía en mi mano.

Volvimos a besarnos y después él me recargó en la esquina de la piscina, con una mano me sostuve del barandal de la escalera y lo rodeé con mis piernas por su cintura y él entro en mí al igual que un poco de agua que hizo más placentera la sensación. Puso una de sus manos también en el barandal y comenzó a moverse exquisitamente mientras me miraba con esa sonrisa retorcida que adoraba.

Yo trataba de gemir lo más bajo que se pudiera, pero a veces no podía reprimirme por lo intensa que era la sensación de su cuerpo y el agua chocando contra el mío. No dejábamos de mirarnos, nos lamíamos los labios y exhalábamos en nuestras bocas, sentí que perdí el control de mi cuerpo cuando ambos llegamos al Extasis y Bruno me mordió el labio inferior.

– Te amo Victoria– dijo mirándome fijamente todavía en mi interior.

– Yo también te amo Bruno, con todo mi corazón.

Volvimos a besarnos y después nos abrazamos y salió de mí. Nos quedamos abrazados hasta que nuestras respiraciones volvieron a su curso normal y después salimos de la piscina, temblando de frío. Bruno me cubrió de inmediato con la toalla y después él se puso una también, nos secamos, tomamos nuestra ropa y entramos a la casa. Subimos las escaleras y al llegar arriba nos encontramos a Jaxon

que venía caminando por el pasillo y quise que la tierra me tragara.

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EXTASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora