Semana y media más tarde...
Me siento sobre la hierba alta y quebradiza, intentando recuperar el aliento.
No hay nada como empezar el día con una buena batalla para entonar el cuerpo.
Me seco el sudor de la frente y recorro el área con la vista, prestando mucha atención a todos los sonidos. A un par de metros yacen dos infectados desmembrados. La única manera de pararlos es cortarles la cabeza, separar el cerebro del cuerpo, y a eso me limito normalmente. Pero a veces la situación se vuelve rara y si no sabes por qué es mejor incapacitarlos del todo. Por si acaso.
Deberían convertir esto en un deporte. Con un sistema de puntos y un premio al final para el que volviera con más cabezas.
Arranco un puñado de maleza y limpio la hoja de mi hacha de bombero. El paisaje es bastante uniforme, apenas unos arbustos aquí, un puñado de árboles secos y dispersos por allá, un bosquecillo diminuto de pinos a mi izquierda. Todo un tanto gris. Aunque este verano las cosas han empezado a verdear, como antes. No se si eso es bueno o malo.
-¿Y la gente tendría que presentarse con un saco de trozos de zombies al hombro? Nah.
Oteo el panorama, intentando encontrar la mochila. La tiré cuando esos dos comenzaron a perseguirme porque me hacía correr más lenta, pero ahora la quiero de vuelta y no se dónde está.
¿Cómo si no se contarían los puntos?
-No se podría. Tendría que haber alguien de testigo o cualquiera mentiría para ganar.
Oh, un árbitro. Bien visto.
Me pongo en pie y me acerco a los cuerpos. ¿De dónde han salido? Me preocupa que estén vagando por el área, pero aún más cómo está uno de ellos. Parece muy reciente, no le daría más de un mes de vida. Incluso menos. Y hacía tiempo que no veía ningún infectado nuevo. Me muerdo el interior de la mejilla, pensativa, presionando la zona de las costillas que me golpeé al tropezar y caer sobre una roca.
Una parte de mi mente, al fondo, trabaja por separado haciendo inventario de mi cuerpo, revisando y juzgando por su cuenta la magnitud del dolor. Buscando heridas abiertas. Ésas son siempre las de mayor prioridad.
Puede que por fuera yo no huela a nada, pero mi sangre sigue apestando igual que la de cualquier otro ser humano. Y no me gusta perder mis ventajas.
Veamos... Las piernas, tres puntos. Las rodillas dos. Los brazos cinco. El torso uno, porque todo el mundo le da al torso. Y la cabeza, diez. ¿Qué te parece?
-Que yo tendría una puntuación perfecta.
Escucho la risa de Damien al llamarme presuntuosa mientras revisa los cadáveres. Le imito. ¿El nuevo sería de algún refugio? De un bosque o una cueva por los alrededores... Pateo el torso destripado con cierto rencor, me ha costado un poco librarme de él.
Necesitas más ejercicio, preciosa. Tenemos que volver a cazar, como antes.
No recuerdo que haya ningún lugar tan cerca de la Ciudad y del Bosque. ¿Un carroñero sorprendido con la guardia baja...? Pero ellos nunca viajan solos... Qué raro.
No es bueno quedarse parada mucho tiempo en un lugar tan descubierto, hay que ponerse en movimiento. Aseguro el hacha al arnés que llevo a la espalda, con la cabeza hacia abajo bajo mi chubasquero amarillo. Me inclino sobre el zombie joven y rebusco entre lo que queda de él. Enrollado entre los intestinos tiene un cuchillo, todavía en el cinturón, de esos grandes de montaña con bordes serrados al final. Ugh, qué asco. El olor de los infectados frescos es peor aún que el de los viejos. Lo limpio y lo examino con atención: la hoja brilla perfectamente afilada. Qué hallazgo. Es mejor que el que tengo, así que saco el mío de mi bota de goma verde y lo sustituyo.
Por otro lado es una pena que la ropa esté toda cortada, el patrón pardo de camuflaje hubiera sido útil. Me hacen falta unos pantalones nuevos.
Te doy cinco puntos si respondes bien a la pregunta de quién solía llevar ropa de camuflaje.
Frunzo el ceño. ¿Quién...? Oh. Me acuclillo inmediatamente, escaneando los alrededores de manera instintiva. Y luego pienso que si hubiesen seguido por aquí me habrían visto correr, maldecir y gritar como una loca. Suspiro con el rostro entre las manos. Militares. El día no hace más que empeorar. ¿Cuándo han regresado? Hace años que nadie ve uno. ¿Qué harán por esta zona? Aquí no hay recursos naturales ni cosas así, nada que quieran. Salvo el Bosque. Y no es que tenga mucho.
¿Y la Ciudad?
En la ciudad tampoco hay nada que les pueda interesar.
Que tú sepas.
Que yo sepa. Joder. Debería avisar a Betty por si acaso. Se acercarán al bosque en cuanto lo vean, estoy segura. Alzo la vista hacia el cielo, hace un rato que ha amanecido. Calculo mentalmente, si me doy prisa tardaré menos de un día en llegar...
Yo voto por rastrear y averiguar de dónde vino el zombie.
Cierro los ojos y me froto las sienes. Hoy es uno de esos días en los que no puedo pensar bien, en los que su entusiasmo me nubla la mente. Me dan ganas de buscar un sitio oscuro y tumbarme y dormir hasta morirme.
Pero no sabemos cuándo fue infectado, Damien. Pudo haber sido ayer, o hace medio mes. El rastro se habrá desvanecido ya.
Trato de contener la angustia que provocan mis propios pensamientos. ¡Semanas! ¡Si ellos estaban por aquí puede que...!
Céntrate, idiota. ¿Desde cuándo te dejas llevar por el pánico?
¿¡Quién está entrando en pánico!?
Míralo.
¿Que mire el qué?
Cállate y escúchame. Céntrate, chica. Mírale las tripas. Has cortado su estómago en dos.
Gruño para mis adentros, haciéndole caso aunque no quiera. Me pongo en pie para ver mejor, rebuscando con la punta de la bota, y lo encuentro en un mar de sangre y carne destrozada, abierto de par en par. De este se derrama un líquido espeso con cosas sólidas dentro que bien podría ser alimento a medio digerir.
Bueno, él tenía razón. Los zombies no hacen la digestión. Ellos engullen sin masticar y luego regurgitan antes de reventar. Que éste tenga todavía algo en el estómago es señal de que hace muy poco que lo infectaron, quizá menos de tres días.
Yo siempre tengo razón, cielo, no se por qué dudas de mi. ¿Estás perdiendo facultades o qué? ¿Te encuentras bien?
Estoy rebuscando entre las tripas de un zombie mientras hablo con una voz en mi cabeza, Damien. ¿Cómo crees que me encuentro? Como una maldita rosa.
Lo escucho reír con regodeo. Sé que disfruta viéndome así y lo odio por ello. Pero no tengo tiempo que perder porque necesito encontrar el rastro lo antes posible, si es que lo hay. Los militares son siempre malas noticias.
Y como siempre, hay que librarse de ellos.
Y como siempre, hay que lib...
Me llevo las manos a las sienes otra vez, respirando hondo al darme cuenta de lo que ocurre. Trato de relajarme, distanciando a Damien de mí, recuperando mis emociones y separándolas de las suyas, que de repente se han vuelto tan aplastantes. Es abrumador. Me centro en la promesa que hice de no volver a perderme. Ha parado de reírse; ahora puedo sentir su ira. Sí, no voy a dejar que vuelva a suceder. No pasará, Damien. Los viejos tiempos no volverán. No lo permitiré.
Respiro hondo, despacio. Comienzo a buscar la mochila y la encuentro no muy lejos entre unos matojos. Muy bien. Hay que ponerse en marcha.
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Habrá un capítulo a mediados de semana :B
¡Gracias por leer!
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El último color sobre la Tierra
Ciencia FicciónEl desastre inicial quedó atrás hace años, pero nada ha vuelto a ser lo mismo: el ser humano ya no está en la cima de la pirámide. La atmósfera sigue contaminada, amenazando muda con liquidar la cuenta pendiente. Todo lo que queda son los esqueletos...