Capítulo II

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Xandria termina su comida en cuestión de segundos, pide permiso y se retira por la puerta principal anunciando lo mucho que tiene que hacer en tan poco tiempo.
- Tú también deberías comenzar- me dice Esmeralda - quiero que las tres hagamos justicia a la herencia física que nos dejó nuestra madre- lo cual es cierto, de todos los elfos, los cuales ya son hermosos por naturaleza, la belleza de las tres princesas supera la del resto con creces. Esmeralda fue nombrada así por sus ojos que brillan con la misma intensidad de la propia gema, su cabello al igual que el mío es rubio platino como el de nuestro padre cuando el de Xandria es carmesí como lo era el de nuestra madre. Las tres somos de contextura curvilínea y fuerte así como delicada y grácil. Nuestra piel es seráfica y nuestros labios rellenos. Aunque estamos conscientes de nuestros atributos nunca hemos hecho uso de ellos más de lo necesario. Por nuestro puesto debemos ser guerreras de nacimiento así como lo fue nuestra madre y así como lo es nuestro padre. Desde que empezamos a caminar nos pusieron en pistas de obstáculos, desde que empezamos a hablar nos enseñaron cantos y hechizos, y desde que tuvimos edad suficiente nos dejaron escoger nuestras propias armas.
- Zaphire, ¿me estas escuchando? - reclama Esmeralda, volteo a verla y tiene el ceño fruncido.
- ¿Ahora que hice? - pregunto imitando su gesto.
- Tu comida está intacta y ya debe estar fría, ¿se puede saber en qué estás pensando?- veo mi plato para comprobar que tiene razón, pincho un trozo de carne y lo meto en mi boca, lo mastico y trago antes de susurrar
- En Lisandre- pronuncio el primer nombre de nuestra madre, Esmeralda suaviza el rostro entendiendo el hilo de mis pensamientos. Toma mi barbilla para hacerme verla a los ojos, una costumbre que tiene desde que éramos niñas.
- Estaría orgullosa de en quién nos hemos convertido, nunca pienses lo contrario.
- No puedes saberlo. Ella debería asistir a esa fiesta con nosotras, ayudar con los preparativos y nuestros atuendos - se me escapa un sollozo al final de la oración y vuelvo la vista a mi plato molesta por ese momento de debilidad.
- Lo sé porque papa está orgulloso de las tres y yo lo estoy de ustedes dos - vuelve a tomar mi rostro y la miro a sus preciosos ojos esmeralda,- nunca dudes del amor y el orgullo de nuestra madre hacia nosotras. Dio su vida para que podamos vivir la nuestra, debemos agradecer su sacrificio y hacerlo valer.
- Pero, ¿cómo podemos hacer que una muerte valga la pena? - susurro tan bajo que casi creí no decirlo pero mi hermana aun así pudo escucharme.
- Cumpliendo su último deseo, Zaphire. Que nosotras vivamos lo que a ella le falto vivir - la miro por unos segundos antes de abrazarla y como si se hubiera materializado del aire, siento el peso de Xandria en mi espalda abrazándonos a las dos.
- Lo siento lo siento lo siento, vine a preguntar que iban a ponerse ustedes y escuché un poco de la conversación así que no quise interrumpir- dice mientras nos soltamos.
- Así que preferiste escuchar a escondidas, ¿no? - la acuso pero mi risa le quitó toda la seriedad.
- Exacto- me sonríe con picardía.
- De cualquier forma, en cuanto a tu pregunta, quiero que usen los vestidos que nos heredó Lisandre - Xandria y yo nos quedamos sin habla mientras mirábamos a Esmeralda
- ¿Es que te has vuelto loca? - le grito - esos vestidos son para una ocasión mucho más especial que esta, esos vestidos son tan importantes que ni siquiera tenemos el derecho de usarlos todavía, nadie en el mundo lo tiene - Esmeralda me mira pacífica mientras yo termino de despotricar cada palabra de mi corazón roto en ausencia de nuestra madre para terminar en un lamentable sollozo, respiro profundamente y susurro - no podemos, no lo haré.
- Entiendo lo que dices y tus intenciones, Zaphire, pero no se me puedo ocurrir un mejor momento que en la celebración de nuestra madre, es en su honor que los usaremos, si puedes pensar en un mejor momento que este, te escucho - me quedo en silencio absorbiendo sus palabras y concluir que tiene razón, pero...
- Es que no se siente correcto, esos vestidos siempre fueron demasiado imponentes para nosotras.
- A mí me encantaría que los usáramos - dice Xandria alegre y con una lágrima a punto de derramarse - he pasado toda mi vida admirándolos y anhelando el momento de poder usarlos. Concuerdo con Esmeralda, no se me ocurre un mejor momento que en la celebración en honor a mi querida mama, además, ya estamos grandecitas y los podemos llenar - me dice mientras me hace un guiño que termina de derramar su lagrima. Le paso el pulgar por la mejilla húmeda y sonrío.
- Esta bien... Hagámoslo.
Ya en mi habitación llamo a Neila para que me ayude a prepararme.
-La señorita Esmeralda dijo que usaría el vestido de su madre-
-si... Así es. - Neila sonríe
-se verá deslumbrante en él, déjeme preparar su ducha- camina al cuarto de baño y pone el agua a correr, mientras se llena la tina entro y la veo colocar unas gotas de esencia de vainilla, pone el pequeño frasco en su lugar y toma otro de espuma para echarle unas gotas más al agua. El aire se llena de un aroma dulce y el vapor del agua forma una delicada cortina de humo, Neila espera paciente a que me desvista y entre en la ducha. Toma un recipiente, lo llena y vierte el agua en mi cabeza. Toma otro frasco y echa unas gotas en mi cabello para frotar con eficiencia, al terminar con mi cabello se disculpa y sale del baño, yo termino de asearme y una vez limpia me seco y rodeo una toalla en mi cuerpo y otra en mi cabello. En mi habitación lo primero que veo es el deslumbrante vestido que yace sobre la cama, es absolutamente hermoso con sus encajes estratégicamente colocados y los diminutos diamantes que brillan en el escote y esparcidos por todo el vestido. Casi me atraganto de solo verlo. Estos vestidos fueron diseñados por Serafine, la elfa doméstica más famosa de todo Gold Glitter, mi madre en su lecho de muerte dio pautas muy específicas en el diseño de los tres vestidos. No más de un día fue lo que esperó la muerte para llevársela tras habernos dado a luz, pero ella como la guerrera que siempre fue, hizo que cada segundo valiera la pena. Toco el vestido como si se fuera a romper en mil pedazos con solo un suspiro.
-Si... las palabras no alcanzan para describirlo- dice Neila a mis espaldas.
Mientras ella escoge todas las parafernalias que usaré, yo solo me quedo ahí admirando el vestido,
-señorita, siéntese por favor- hago lo que me pide, me quedo mirando mi reflejo en el gran espejo que tengo delante y como las amaestradas manos de Neila hacen su trabajo. Al terminar quedo complacida con el esfuerzo de mi leal sierva y amiga y le doy las gracias, ella me abraza mientras me susurra- nunca tuve el privilegio de conocerla, era solo una bebe pero siempre me han hablado de la bondad y la sabiduría de tu madre- me suelta, se seca una lagrima de la mejilla y se va. Me quedo sola con mis pensamientos y mi reflejo, antes de que la nostalgia se apodere de mí, voy en búsqueda de mi pequeña hermana.
-De verdad no esperaba menos de ti - digo al ver a Xandria frente el espejo con un vestido rojo ajustado al cuerpo, sin mangas y un delicado encaje en la cola, hace juego con su cabello y hace brillar su piel lívida, Me sonríe hasta donde no puede más y me ve de arriba a abajo
- Eso podría decir yo de ti- me abraza mientras un pequeño sollozo sale de nosotras.

- Siempre supe que eras una llorona, Xandria, pero de Zaphire no me lo esperaba- dice Esmeralda al entrar en la habitación. Tenía un vestido del color de sus ojos y sus labios rellenos de un deslumbrante rojo, las tres llevamos el cabello suelto con algunas horquillas para sostenerlo.

- Ya es casi la hora- anuncia Esmeralda- los invitados están llegando, bajemos a recibirlos.

AkashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora