Capítulo IV (parte III) - Disculpas y billar

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-Lo siento. -siseó contra mi pelo, aún sumido en nuestro gesto.

Nunca pensé en cómo podría reconfortarme aquello. Fue como liberarme de una pesada roca atada en la espalda. En ese instante, fue como si nunca nos hubiésemos distanciado: nuestro cariño y confianza seguía allí, nunca se había ido. Había estado anclado a una mínima partícula de la infinidad de nuestra alma, esperando el momento de renacer y aumentar, para invadir todos nuestros sentidos y hacernos conscientes de lo que ello significa. Fue como si esos días, instintivamente, se reproducieran en mi mente, adoptando la forma de un saturado torbellino.

-Vale. -aseveré.

No contestó. Simplemente, me abrazó con más fuerza, como si el soltarme acarrease mi evaporación.

-Creo que es hora de que hablemos. -musitó.

Se sentó en un banco y yo le seguí. Jugueteaba con mis manos sin mirar al frente.

-¿Has disfrutado de tu temporada sin mí? -chacoteó.

-No me he visto obligada a The Beatles así que podría decir que sí.

Dallas puso los ojos en blanco y rió. Yo me uní con una risa forzada.

-Sonará psicópata pero creo que he soñado con el sonido de tu risa estos días.

-Eso debe ser más siniestro que las voces internas. -bromeé.

Él no se lo tomó a guasa. Su rostro se volvió serio.

-¿Qué tal vas sobre eso?

-A veces mejor, otras peor. Tienen sus temporadas, como las naranjas. -intentaba quitarle hierro al asunto.

Maniobró un intento fallido de sonrisa. Me coloqué un mechón de pelo que se había salido de la coleta, él me observaba.

-Suéltatelo. Estás mejor así. -sugirió.

Me deshice de la goma.

-Y, como siempre, tenía razón.- sus comisuras se elevaron.

-Egocéntrico. -rodé los ojos.

-Es un gusto. -guiñó el ojo con un gesto adorable.

En mi cara se formó una gran sonrisa, con él me sentía como en casa.

-No he podido mantenerme muy lejos de ti estos días -dijo, tímidamente.

Eso era algo de lo que me había dado cuenta. En clase se sentaba siempre dos filas a mi lado por detrás y en el comedor también. Pero había pensado que eran meras coincidencias.

-Me gusta asegurarme de que estés bien. Porque siento que si aparto mi vista de ti un segundo, desaparecerás. De cualquier forma. Y no te volveré a ver. Así que cada minuto que te miro, me gusta apreciar que sigues aquí.

Otra vez, no pude hablar. Sentí el pinchazo de mil agujas clavándose por los poros de mi cuerpo. Sentí la sensación que había sentido cuando el niño me dijo aquello. Supe que era incómodo para él. Lo noté.

-Em... -dudó.- respecto a lo de Lydia...

-No hace falta que te excuses, anda. -le dije, despertándome.

-Sólo que sepas que no lo hice en pleno uso de mis facultades.

-Estabas borracho. -aseguré. Él asintió, decepcionado.

-Antes de irse, Ethan me dio un par de botellas ya que sabía cuán bien me harían. -explicó.

-¿Sólo bebiste aquella noche? -negó con la cabeza.

Atelophobia (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora