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¿Quién de los cuatro es su favorito hasta ahora?

Mayoría: Calum.

Eran las dos de la tarde y Padme ya quería irse de allí. La univerdad la estresaba en exceso, principalmente porque siempre le costó entender la mayoría de las cosas que estudiaba. El problema era que no prestaba atención y cuando intentaba sentarse y leer, las palabras se le mezclaban en la cabeza y no podía seguir. Era cuestión de centrar su vista al frente y tomar apuntes, pero no estaba con los pies en la tierra. Al menos no en esta.

No podía dejar de pensar en lo sucedido la semana anterior. Todavía recordaba las caras de los cuatro jóvenes que irrumpieron en su hogar y encontraron su anillo. Lo tomó entre sus dedos y jugueteó con él al pensar en aquello. Tembló ante el recuerdo de Michael tapándole la boca hasta el punto de no poder respirar, y trató de calmarse a si misma diciéndose que él ya no podría lastimarla. Se frotó la cara con las manos para despabilarse, pero sabía que no iba a poder olvidarlo de un día para el otro. La sensación de no poder escapar, de sentir que la vida se le acababa, era algo que no quería sentir nunca más. Había un lado positivo de todo esto: no se habían llevado nada y no habían hecho nada con ella. Se aferró a ese pensamiento, que a pesar de que no era del todo reconfortante, la aliviaba un poco.

El estruendoso timbre que indicaba el final del día la hizo aterrizar de nuevo en la realidad, y rápidamente guardó su cuaderno vacío y su libro sin abrir en la mochila. Dejó la institución a paso apresurado, pues era imprescindible que llegara a tiempo a la parada del autobús. El camino a casa no era muy largo, pero si llegaba tarde, tendría que esperar al menos media hora más hasta que el próximo autobús llegara. Siempre corría con el tiempo justo y casi siempre estaba allí a tiempo. Casi.

Al poner un pie fuera sintió frío, por lo que guardó sus manos en el bolsillo de su buzo unas tallas más grande de lo que debía ser. Comenzó a caminar, pero sintió el sonido de las ruedas del camión cerca y, antes de que se diera cuenta, pasó a su lado a toda velocidad. Sus pies reaccionaron por sí solos y empezó a correr, pero de todas formas no llegó a tiempo y perdió el autobús. Padme soltó un suspiro frustrado y revisó sus opciones. Podía esperar a que el siguiente autobús pasara o ir a su casa a pie. Se decidió por esto último. De todas formas, no tenía nada mejor que hacer.

Sus dedos tocaban el anillo de su abuela dentro del bolsillo. Edith siempre había estado allí para ella, acompañándola en los momentos más difíciles así como más divertidos de su vida. Era su mejor amiga y la necesitaba. Se había ido de una manera injusta, nefasta, que requería venganza. Pero Padme era una simple joven de veinte años, ¿qué podría hacer ella? Absolutamente nada.

Se encontraba perdida en sus propias ideas cuando unos fuertes brazos la arrastraron dentro de un pequeño callejón entre un kiosko y una lavandería. Una mano tapó su boca tal como había sucedido una semana atrás, y Padme cerró los ojos como acto reflejo. Todo su cuerpo temblaba de miedo y estaba teniendo problemas para respirar.

—Te quitaré la mano de la boca, y cuando lo haga, no vas a gritar. ¿Oíste? —dijo una voz que le sonaba vagamente familiar. Abrió los ojos para encontrarse cara a cara con el joven que había apagado sus cigarros en el pasto de su jardín. Si mal no recordaba, su nombre era Calum. Éste enarcó una ceja para no repetir la órden, a lo que ella asintió tímidamente, con una expresión de clara sorpresa en el rostro.

Calum retiró la mano de su boca y la colocó a un lado de su cara, dejándola encerrada entre sus brazos. Padme tragó saliva mientras su mirada estaba fija en la del chico. Su cabello color carbón despeinado caía sobre su frente y sus ojos color café tenían un brillo peligroso. De no estar tan asustada, capaz lo consideraría atractivo. Pero estaba hasta las patas, y nada de la situación era digno de atracción.

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⏰ Última actualización: Jan 29, 2020 ⏰

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