El otro día me encontraba comiendo en un pequeño lugar de comida casera. Aquel donde mi familia acude para comer como en casa. Donde mi hermana y yo nos sentamos a platicar durante horas mientras disfrutamos de un platillo sencillo, pero lleno de sabores que enamoran.
La diferencia: esta vez era sólo yo.
Viendo pasar a mucha gente, niños peleando por un segundo postre, señores mayores digustar de una rica sopa, y gente que debe regresar al trabajo.
El mesero, que es un amable señor de unos 55 años, me preguntó, "¿Te gusta más comer sola o no hay diferencia?".
Su pregunta me vino de sorpresa, yo solo le dedique una sonrisa y dije, "Eso creo, ¿por qué?". El solo se limitó a verme, reír y decir, "Señorita, usted siempre está sonriendo".
Aquel comentario hizo de mi comida algo incomoda.
¿Como le explicaba que me sentía deprimida, y que ni si quiera yo sé por qué sonrío todo el tiempo? ¿Que debía hacer si un nudo gigante se formó dentro de mi garganta y mis ojos se empezaban a inundar de lágrimas?
Llegue a casa y lo único que pude hacer fue echarme a llorar como nunca.
En ese preciso momento me di cuenta de que aunque tratemos de ocultar los sentimientos, siempre van a estar ahí.
Que te ahogan cada vez que no los dejas salir.
Que para mí, ser feliz, no es tan fácil como unos piensan.
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Little life lessons.
Teen Fiction"Pequeñas lecciones de vida" #Shots. A veces simplemente necesitamos de malas experiencias para no cometer el mismo error, otra vez. Pequeños fragmentos de historias, o sólo donde puedas identificarte.