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Enamorada por primera vez (II)

-Lauren...-y entonces el tono de voz de mi primer amor me llamó la atención-. Dani es... Ella es mi prometida. Nos vamos a casar en menos de seis meses.

Hay momentos en los que esperas que tu vida cambie súbitamente. Hay momentos en los que esperas que la verdad golpeé tu cuerpo y te deje desconcentrada, como si se tratase de una fuerza invisible. Sin embargo, yo solo pude parpadear un par de veces seguidas, Melanie me había confirmado que había pasado página y yo me había quedado tal cual. Una parte de mi quería sentirse dolida; otra parte de mi sabía que no podía sentirme dolida. Y yo estaba ahí en medio:

Sin saber de nuevo como sentirme ante aquellas palabras.

-Mmh... Felicidades, supongo-contesté tras un silencio incomodo-. Pero, Mel, ¿podemos hablar en privado?

Quizás no se sorprendió por mi respuesta, pero sí lo hizo, no lo demostró.

-¿La guardilla, va bien?

Yo asentí, empezando a seguir los pasos de Melanie, pero de repente alguien me cogió del brazo frenando mis pasos:

-Yo te guardaré tu maleta-me dijo la prometida-. No te preocupes.

Y su sonrisa fue tan grande, tan brillante, y desprendía tanta amabilidad, que una parte de mi pudo entender perfectamente por qué se había enamorado Melanie de ella.

*-*-*

-Veo que has hecho reformas aquí arriba.

La frase salió más rápida de lo que mi mente había pensado, pero era verdad. Aquella guardilla diez años atrás era como un refugio de una adolescente, junto a la habitación. Habían sido cuatro paredes llenas de libros, comida, y una gran televisión en el que ver películas; junto a una cortina de tela que separaba la cama. Sin embargo, en aquellos momentos la guardilla era como un despacho; con dos sofás, un escritorio cerca de la ventana que daba a las playas de Mallorca; no alcancé a ver la habitación –ahora con una pared en medio- por miedo a que mis recuerdos de aquella cama, donde tantas veces habíamos hecho el amor, no fuera la misma.

Aquello sí que me hubiera dolido.

-Sí, no podía seguir siendo la misma adolescente de dieciocho años si iba a ser la jefa del hostal. Tenía... tenía que cambiar algunas cosas de mi vida.

Yo asentí, entendiéndola mejor que nadie, mientras que mis pies iban mirando los cuadros que había por la habitación, mirando cada pequeño detalle nuevo en Melanie.

Y entonces vi el diploma, incluso parecía algo oculto, pero allí estaba. Y me sentí orgullosa de ella a pesar de que nada, salvo una pasada relación de verano, nos uniera. Sin embargo no pude evitar pensar en las veces en las que ella me había recordado las muchísimas ganas que tenía por empezar la carrera de psicología.

-Y veo que al final te sacaste la licenciatura en psicología-ella asintió mientras recostaba su cadera contra el escritorio y se cruzaba de brazos, en una posición relajada-. ¿Ejerces?

-Sí, aunque no tanto como quisiera-me contestó sonriendo de lado-. Aquí hago mis sesiones. Lunes, miércoles y viernes por la tarde. ¿Y tú?-me preguntó y yo me giré del todo para mirarla directamente a los ojos; me concentré en ellos-. ¿Literatura? Dime que eres una famosa escritora, por favor...

Y sin poderlo evitar solté una carcajada, que me relajó mucho más de lo esperado, y me senté en aquel sofá sin dejar de mirar a Melanie.

-No, nunca tuve suficiente talento para eso-le contesté haciendo un gesto con la mano mientras que ella fruncía el ceño, contrariada por mis propias palabras-. Tengo una editorial en Nueva York.

Enamorada por primera vez (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora