Capítulo 2.

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Min Ho se sentía al ver a Taemin sentado en su cama, hubiera querido ir hacia su amigo sólo poco antes, tal vez minutos u horas y evitar lo que acababa de pasarle, si él había estado sufriendo por culpa de Myung Hee no le encontraba comparación con lo que hizo la mamá de Taemin, porque la mujer estaba loca por su adicción al alcohol, ¿hacerle eso a su hijo? Ni siquiera debía tener el derecho de ser madre.

Su mirada se dirigió una vez más a Taemin que no había dicho nada desde que llegaron a su casa a excepción que no quería que sus padres lo vieran y después de eso se habían encerrado en su habitación, su mano se dirigió al rostro de su amigo y ese golpe raspón que tenía en su frente, al menos parecía que la sangre que brotaba de su nariz ya se había detenido y no podía saber en qué momento exactamente lo hizo, porque no le tomó importancia a eso cuando su objetivo fue sacarlo de esa casa a la que no pensaba dejarlo volver, porque si lo hacía era exponerlo otra vez a lo mismo, y una boca más que alimentar en su casa no sería un problema, además de que sus padres lo querían porque lo conocían desde niño.

Vio la misma reacción que cuando antes lo había tocado para subir sus pantalones en aquella casa, sin embargo no le prestó atención al igual que antes, y ahora no porque no le hubiese sido más notorio, sino porque no quiso prestarle atención, él no iba a dañar a su amigo, eso sería lo último que haría, quien debía protegerlo ya lo había hecho, ahora sí no podía decir que de la mujer que conoció quedaba algo, en ese momento su vida parecía perfecta al lado de la de Taemin, su madre lo quería, su papá igualmente, pero su amigo parecía que dejó de recibir el amor de sus padres desde que su papá murió o eso quería creer, porque no quería pensar que Taemin llevaba más tiempo sufriendo del que él sabía, o algo peor, que lo que él vio esa noche no fuera la primera vez que sucedía.

—¿Es la primera vez que pasa? —la pregunta salió de sus labios y Taemin evadió su mirada, así como también su tacto —necesito saberlo Taemin, porque si no me lo dices voy a volver a esa casa y no me importara matar a ese hombre o a...a... a esa mujer.

No podía llamarla mamá, porque ni siquiera había necesitado de que Taemin le dijera lo que había sucedido para saberlo, su amigo nunca había metido a un hombre y ni siquiera estaba seguro de que le gustasen los hombres o las mujeres, Taemin parecía tener otras prioridades antes que las relaciones de pareja, porque Taemin era el chico preocupado en su vida, con un trabajo que no le daba para mucho, sin embargo se las arreglaba para poder vivir con eso, con una madre alcohólica que acababa de destruirlo.

—¡No!

Taemin se levantó de la cama asustado y no por lo que pasara con las persona en esa casa, sino por lo que podía suceder con su amigo, si mataba a su madre o al ese hombre sabía que la policía no se quedaría tranquila al menos hasta saber lo que pasó ahí y cómo terminó todo de esa manera, y Min Ho ya lo había ayudado demasiado en esa noche, aunque todavía no sentía que no debió verlo de esa manera, pero si no lo ayudaba él era dejarse a la merced de aquel hombre, no sabía qué era peor, porque no quería que Min Ho lo viera diferente, no quería dar lástima porque tenía una madre alcohólica que haría lo que fuera por una botella de licor, había sido suficiente en el pasado cuando su amigo la tuvo que escuchar teniendo sexo mientras ellos estaban en la casa.

—Dime entonces.

—E-Es la primera vez —cerró los ojos, le parecía algo demasiado humillante, no sólo lo había visto sino que ahora tenía que saber si había sucedido más de una vez.

Sintió los brazos de Min Ho envolverlo, pareciendo que no notaba cómo la cercanía estaba afectándole a pesar de saber que no iba a suceder nada malo con su amigo, lo acababa de salvar de algo que quisiera poder olvidar igual que cuando despiertas de un sueño y muchas veces no lo recuerdas, sólo que en ésta ocasión no hubiera sido un sueño sino una pesadilla, cerró los ojos perdiéndose en la sensación de protección que su amigo le estaba dándose en ese momento, rehusándose a que las lágrimas cayeran porque no quería que preocuparlo más. No podía decir cuánto tiempo estuvieron abrazados en esa posición parados en la mitad de la pequeña habitación de Min Ho, pero sí podía decir en qué momento fue dejado de abrazar con tanta fuerza, sólo habían sido segundos antes de que su amigo colocara las manos sobre sus hombros, viéndolo al rostro no con lástima, sino lleno de impotencia.

Imperfectos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora