Capítulo 2

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Bajé por el bordillo de la carretera y pase al otro lado de el. Era un domingo tranquilo, la gente aprovecha para hacer picnics con su familia y los de mi instituto se van a dar largos paseos sin rumbo mientras hablan de como les fue la fiesta del sábado.

Normalmente, yo no suelo ir a fiestas. Prefiero quedarme en casa mientras escucho clásicos de Queen y Tino Casal a ir a cantar el "Ya tu sabe" de Pitbull mientras bailas con desconocidos borrachos.

Paseé por la clara y limpia arena de la playa de mi ciudad mientras observaba como las olas chocaban constantemente con la costa. Ver esto es algo que me relaja y que me desvía de la realidad. Me parece algo mágico y relajante, y creo raro de que algo tan excesivamente genial sea gratis.

Por el camino me encontré con mi mejor amigo, Kevin, que me sacó de mis pensamientos sobre olas y costas.

-Jullie! Sigues viva?

-Vamos Kev, sabes de sobra que sí.

-Violeta me contó la idea de la fiesta. Si quieres, te puedo ayudar con el decorado y los invitados

-Estupendo! Es justo lo que necesitaba. No hay nada mejor que un amigo artista que te ayude voluntariamente.

-Para eso están los amigos, no crees pelirosa?

Otra vez con lo de "pelirosa". Sabía que no le tenía que haber contado que estaba harta de mi pelo negro y me lo había teñido de rosa. Salí de la peluquería hecha un desastre, aunque ahora voy con profesionales y tengo un pelo color chicle de revista. Aunque me molesta que me llame pelirosa.

-Soy más peligrosa que pelirosa Kevin.

-Vale pequeña, eso lo hablaremos después con más calma. Ahora tengo que irme.

-Bueno, en ese caso, hasta mañana.

Es que todo el mundo me quiere evitar?

En fin, dejé atrás a Kev y me dirigí a una confitería. Tanto hablar, procesar información y pensar me había dado hambre.

Entré. Un ambiente cálido y relajante, rodeado de velas y acompañado de la voz de John Lennon.

-Muy buenos días. Qué desea tomar?

-Buenas, me gustaría tomar un café con leche y ese pastelito de fresa que tenéis en el escaparate de afuera.

-No hay problema. Puede sentarse.

Me senté enfrente de la ventana con vistas al mar, sentada en un sofá de cuero granate leyendo una revista Glamour que me compré la semana pasada y no tuve tiempo de leerla.

De repente, mi mente se pone en blanco, mis manos tiemblan y mi piel se blanquea. Decidí irme al baño para que no me vieran y para no alarmar a las personas.

Fui disparada y me encerré en el último baño, uno que traía "fuera de servicio"

Recapacité y me di cuenta de que antes me estaba quedando dormida y estaba a punto de soñar.

Solté un suspiro y pensé qué podría hacer para que no lo pasará así de mal. Estaba harta de que siempre, cada día, tuviera que soportar el vivir atrapada en pensamientos que me pueden cambiar el alma y convertirme en un diablo.

Por qué me tuvo que pasar a mí? Es que el karma me odia? No lo sé. Lo único que sé es que tenía que hacer algo ya, pero no se lo podría contar a nadie ya que podía alarmar a prácticamente todo el mundo. De todas formas, sé que Kevin lo sabe. Él es una especie de adivino que se entera de todo y es además una tumba, así que puedo confiar en él.

Salí del baño y pagué a la señora. Finalmente me dirigí a casa y no pensé en nada más, salvo en olas que chocaban contra los arrecifes.

Luces de muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora