12

159 10 0
                                    

-Tomé uno de sus libros del estante en su estudio- le dije a la Sr. Blum. -espero que no le moleste- sólo suspiró -La Dama De Las Paredes- le dije el título del libro -Pero tuve que dejarlo. Me asustaba demasiado.- Me quedé pensando unos segundos -Sabe de cuál le hablo, ¿no?- pregunté.

-¿A dónde te habías ido, Polly?- preguntó de repente.

-No fui a ninguna parte, Sr. Blum.- contesté educadamente. -estoy aquí con usted, como siempre he estado.- Me puse frente a ella. -La misma Lily Saylor de la calle Hoover número 43, Altoona...- se me quebró la voz así que me detuve un momento -Pensilvania. A su servicio.- terminé de decir.

-Tenías tanto para decir esos primeros años.- comentó la Sr. Blum -Cuando vivias aquí conmigo.- dijo y al segundo bufó -suficiente para llenar un libro.- mencionó con algo de desprecio en sus palabras. -Y luego... nada. Me diste la espalda. Me diste la espalda, y me diste la espalda- dijo como tres veces seguidas con tristeza en sus ojos.

Sólo me limitaba a verla.

-Tantas veces...- suspiró -... que en poco tiempo tus pies apuntaban hacia el lugar incorrecto. Tuve que verte entrar a una habitación... de espaldas. No hice más que sentarme y escuchar. No hice ningún ruido. No recibí a ninguna visita. Y ahora has regresado.- volvió a mencionar con disgusto en la última frase. -Pero sólo para lastimarme, sólo para mostrarte, pero no para dejarme ver.-

-No- interrumpí en un susurro audible con mis ojos llorosos.

-Casi ni te pareces a ti misma.-

-Sr. Blum... por favor- negó con la cabeza varias veces mirándome a los ojos al igual que yo con ella.

-Pobrecitas ustedes, las bellas, cuya belleza sólo les garantiza una cosa: aprendan a verse como las ve el mundo y se mantendrán. Pero si se quedan solas, y sólo se ven con sus propios ojos, hasta las cosas más bellas se pudren.- la miré con mis ojos rojos. -Se despedazan como una flor.-

𝐒𝐨𝐲 𝐥𝐚 𝒄𝒐𝒔𝒂 𝒃𝒆𝒍𝒍𝒂 𝐪𝐮𝐞 𝐯𝐢𝐯𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora