Me encontraba a punto de subir al crucero que había esperado toda mi vida, era mi primera vez en Europa y mi primera vez en crucero, aunque me daba miedo la idea de estar en mar abierto y que un iceberg pudiera aparecerse y hundir a toda la tripulación, conmigo dentro; la emoción de conocer lugares que siempre había soñado era más fuerte, y con ansias, nervios y emoción, subí la rampa que te llevaba a la recepción.
Después de enseñar mi pasaporte y dejar mis maletas que llevarían al camarote en él que iba a dormir por los próximos 10 días, me subí al elevador y fui a conocer un poco del enorme barco en el que estaba metida.Era elegante, y sofisticado; era inmenso y tenía 11 pisos que contaban con diferentes distracciones: albercas, teatro, cine, casino, bares, restaurantes, una disco, algunas tiendas, los pisos de los camarotes, y mi completa fascinación con lo mucho que podías hacer en un barco, como si tuvieras tu propia isla andante con todas las comodidades necesarias.
Después de asombrarme, emocionarme, y estar agradecida con el universo por haber logrado pagar un viaje como estos con mi propio dinero, decidí subir al piso de la cafetería para comer algo. Al llegar, encontré el paraíso en una barra de pura pizza y con la maravilla de poder comer cuantas quisiera.
Hice fila detrás de varias personas esperando por poner unos cuantos pedazos en su plato también, y esperaba mientras estaba distraída leyendo algunos mensajes de mi familia preguntando cómo me había ido, y si estaba a salvo. Después de responder a mi madre, que era la más preocupada y hacerle saber que todo estaba más que bien, bloquee mi celular y al levantar la mirada me topé con los ojos azules más hipnotizantes que había visto en mi vida, junto con una sonrisa cargada de hoyuelos a cada lado, al verla me hizo pensar por un momento que aquel hombre debía de estar sintiendo la felicidad más pura del mundo, y lo mejor de todo fue que esos ojos y esa sonrisa estaban dirigidos hacia mi, como si los astros y el universo se hubieran puesto de acuerdo para enseñarme las cosas más bonitas que tiene la vida, todo al mismo tiempo.
Una vez que superé el trance en el que había sido metida gracias a ojitos-y-sonrisa-encantadora, pude darme cuenta que era mi turno para tomar cuantas rebanadas de pizza se me antojaran, y de pronto la idea de llenar mi plato ya no me parecía tan atractiva como el dios griego frente a mí que seguía haciéndome ojitos desde el otro lado de la barra, sentado en una mesa.
Tomé dos pedazos de pizza, y fui a sentarme a la mesa más lejana de él, aunque igual lo podía ver desde lejos, no estaba mal tener una vista agradable mientras disfrutaba una comida igual de agradable.
Por un momento me olvidé de su mirada y sonrisa bonita, y me concentré en comer mis rebanadas, mientras curioseaba en Facebook y pensaba en qué haría después de comer.
-"¿Está ocupado este asiento?"- dijo una voz ronca y con un acento delicioso frente a mi, no había otra manera de describirlo, al instante en que escuché la primera palabra salir de su boca, supe que era él, el mismísimo ojitos-y-sonrisa-encantadora, subí la mirada hasta hacer contacto visual, y estaba en lo correcto. Ahí estaba él en todo su esplendor, midiendo un poco más de 1.75, con cabello oscuro y barba de 5 días que lo hacía aún más irresistible, como si eso fuera posible.
Cuerpo ejercitado, sin ser exagerado y aroma hipnotizante que podría oler toda la vida sin cansarme, ese era el efecto que causaba a la primera impresión, era abrumador e imposible de rechazar.
-"No lo creo"- dije con una sonrisa nerviosa, sin saber que más contestar, esperando que no se diera cuenta que de pronto estaba sudando como puberta conviviendo con un hombre guapo por primera vez en su vida.
Sonrió de vuelta, con un gesto un tanto engreído, recorrió la silla para hacerse espacio y se sentó frente a mi.
- "Luca, mucho gusto"- dijo mientras estiraba una mano esperando tomar la mía devuelta.
- "Isabella"- contesté con monosílabos una vez más, mientras tomaba su mano y recibía un ligero apretón, un gesto simple, demasiado simple como para sentir la revolución en mi estómago que estaba provocando, incitando a pecar.
Desde ese momento sabíamos que no había vuelta atrás, pero desconocíamos que era el inicio de un delicioso infierno en el que nos íbamos a instalar por tiempo indefinido.
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Love's insufficiency.
Novela Juvenil"Mi mejor metáfora para describir nuestro amor, es fumar un cigarro. Se encendió con fuego puro, y fue demasiado rápido; pero al igual que un cigarro, fue efímero. Para mantener vivo el amor, necesitábamos consumirnos. Inhalarnos. Tan intenso que n...