La oscuridad.

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Busqué el refugio que escondíamos en el bosque, allí teníamos comida para algunos días, suficientes mantas para atravesar un duro invierno y una gomera de protección. Dustin insistió en que guardáramos natilla que habíamos robado de la cafetería y unas galletas con semillas. En ése momento me hizo enojar, el robo había sido bueno y quería engullir el botín. Ahora lo recordaba como a un héroe, "él que siempre tiene la palabra justa".

Corrí temeroso, cada árbol estaba en su lugar pero en un tono opaco, cubiertos de una especie de mucosidad y telas de araña que los entretejían. A lo lejos vi al monstruo (no supe si era uno o eran muchos) y me congelé. Me pesaban las piernas, el corazón palpitaba alocadamente en mi pecho. El ritmo de mi respiración iba en aumento y temí que eso hiciera que el monstruo me escuchase. Estaba con otra presa.

Recuerdo que, cuando lo tuve frente a mí en el galpón, no vi que tuviera ojos, sospecho que debe ser como ése niño ciego que va a la escuela. Brian Donovan no puede ver pero escucha y huele lo que para nosotros es imposible percibir.

La desazón me golpeó y se instaló en mi rostro en el momento en que, al llegar a la casa del bosque, no había ni mísera natilla. <Creo que dormiré aquí> fue lo primero que pensé. El aire era pesado y dificultaba respirar y anexar un pensamiento a otro, olía a infierno y era húmedo. No entendía dónde estaba, parecía nuestra casita pero no lo era.

Quise llorar, estaba sólo, aunque de mis ojos valientes no cayó ni una lágrima en ningún momento de esa pesadilla.

Will Byers en las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora