-¿Le gustaría enseñarme el balcón que hemos visto al principio?-me preguntó de manera cordial levantándose de la cómoda cama y sacándome así de mis pensamientos. Asentí y me dirigí a su lado hacia el salón en el que de paso acomodé un cojín que estaba mal puesto en su sitio.
-¿Más tarde le acompañarán su esposa y sus hijos?-pregunte sin más mientras me acomodaba el uniforme y me colocaba al lado de las puertas
El me miró extrañado como si hubiese dicho la mayor barbaridad del mundo.
-No señorita Mercier, yo no estoy casado y mucho menos tengo hijos, no se deje engañar por todas esas revistas femeninas de cotilleos, yo no creo en todos esos valores que nos enseñan de jóvenes sobre crecer, enamorarse, casarse y tener hijos, lo mío es otro tipo de vida-rió, pero su mirada era seria y fría como un tempano de hielo. Me retorcí un mechón de mi pelo inquieta y no pude resistirme a contestarle.
-¿Seguro señor Benson? Lo último que leí sobre usted es que contrajo matrimonio hace apenas un año con una de las mujeres más adineradas de Estados Unidos-dije altivamente sintiéndome vencedora ante su recelosa mirada. -Gracias Kat por esa revista -pensé. Eso me hizo sonreír.
Casi me tiro a reír al suelo, pero él me lo impidió sorprendiéndome con una sonrisa ladeada y una mirada casi tímida que mi mente no pudo procesar a tiempo.
-Creo que se refiere usted a mi querida Gwendoline-dijo. Me encogí de hombros y me gire para dar por zanjada la conversación pero por sorpresa el me sujeto del codo y me hizo girar.
Intente soltarme pero el esfuerzo fue en vano.
-Tranquila señorita Mercier, lo mío con Gwen solo fue un matrimonio de 4 meses, ahora soy libre, para divertirme como quiera y con quien me apetezca-dijo susurrando
-Como usted entenderá, a mí eso me da igual, estoy aquí para enseñarle las malditas vistas de la suite-dije enfurruñada. Pero con eso no conseguí que me soltase. Al contrario, me atrajo hacia él un poco más y su maravilloso olor a hombre mezclado con el caro perfume que llevaba inundo mis fosas nasales.
-¿Está usted segura señorita?-preguntó susurrando a centímetros de mi boca. Me estaba mareando, todo me daba vueltas y mi cuerpo no reaccionaba con la frialdad a la que lo tenía acostumbrado.
-¿Eso le funciona con todas, señor Benson?-dije intentando aparentar normalidad y haciendo acopio de todas mis fuerzas.
En ese momento y con el orgullo herido el me soltó de golpe y casi caigo al suelo si no llega a ser por la pared que se encontraba detrás de mí.
-Bien, enséñeme esas vistas-dijo aceptando apaciblemente
Este hombre definitivamente era bipolar, pero a pesar de eso me ponía mucho, y eso que lo acababa de conocer. Iba a ser un verano muy largo.
Recomponiéndome y con el ceño fruncido abrí las puertas de mala gana y me adentré en el espacio respirando a fresca brisa que se levantaba en ese momento.
-Como bien puede ver, las vistas de la suite imperial del Sol Pelicano son...exóticas-lo sentí reír a mi espada pero ni por asomo me gire a mirarle y seguí con la explicación. -Disponen ustedes de kilómetros y kilómetros de playas de agua cristalina y diversas zonas de buceo tanto de superficie como profundo para poder conocer a fondo los preciosos arrecifes de coral y nadar con las hermosas criaturas que abundan en el fondo del océano que baña nuestras playas-terminé.
-¿Hay otro tipo de deportes que podamos practicar en esta isla?-preguntó dándose una vuelta por la habitación y sentándose por fin en uno de los sofás del hall.
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Contra todo pronóstico
RomanceDinero, mujeres, casas, coches de lujo, vacaciones en el Caribe...Ellos lo tienen todo, todo lo que alguien pueda desear pero les falta algo, algo que tres asistentas de hotel pueden aportarles. Amistad inquebrantable, diversión y amor. Pero no es...